miércoles, 14 de septiembre de 2011

Los curas y las curas

Un amable lector me hace un comentario que, pese a su concisión, me recuerda que el Evangelio se puede leer bien en clave eclesiástica o bien en clave eclesial. Dicho en castizo, se puede leer como si estuviera escrito para los curas o como si estuviera escrito para las curas, esto es, para sanar. Sobra aclarar que, sin descartar totalmente la primera opción, uno está mucho más cercano a la segunda. Eso sin olvidarnos de que Jesús, único y sumo sacerdote, no fue cura pero sí sanador.

Esta sencilla reflexión, que deriva de un principio religioso fundamental que reza que la religión es incompatible con la falta de libertad y con la ausencia de sentido, me vuelve a recordar a la pasada JMJ. Si la interpretamos como un acontecimiento de curas, no deja de tener su relevancia, pero si la contemplamos como un acontecimiento de curación su brillo es mucho más intenso. Y prueba de ello es que somos muchos los que hemos encontrado en ellas una cura de humildad. Seamos curas o no, como cristianos hemos sido invitados a renovar nuestro compromiso de vivir el Evangelio y de transmitírselo a los demás. Vamos, que en clave evangélica, los curas -siendo muy importantes- son secundarios respecto a las curas y no al revés.

viernes, 2 de septiembre de 2011

El escándalo de la JMJ

Pasados unos días tras la conclusión de la JMJ, es más fácil hacer balance sin caer en exageraciones tanto de índole positiva como negativa. En mi caso, la sensación es bastante positiva, pero cada cual tendrá su opinión. Hoy escribo por otro motivo más sugerente.

En estos días me viene a la memoria que hace meses alguien implicado en la organización de la JMJ andaba preocupado por un rumor que afirmaba que algún medio de comunicación tendría preparadas noticias que podrían destapar escándalos en la Iglesia. A día de hoy, lo cierto es que ese rumor no se ha confirmado y que la información sobre la JMJ ha sido más sana de lo habitual. ¡Supongo que a ello ha contribuido su escandaloso éxito como acontecimiento mediático! (más aún en un mes más escaso de noticias como agosto).

Sin embargo, hay un escándalo que sí debe preocupar a la Iglesia tras la JMJ. Y este no es otro que la posibilidad de defraudar las grandes expectativas que a muchas personas, especialmente a los jóvenes, se le han suscitado o reactivado tras este acontecimiento. Este tipo de eventos suelen provocar un subidón emocional y personal, pero siempre queda por concretar el modo en que esa potente experiencia se puede traducir en algo más cotidiano y perdurable. La Iglesia tiene en este punto una grandísima oportunidad pero también un reto gigantesco.

Mi deseo hoy es que todos los que formamos la Iglesia sepamos leer el mensaje que esta JMJ nos deja y evitemos así incurrir en el escándalo de defraudar a la juventud que quiere comprometerse con el Evangelio que, mira por dónde, nos instruye en este aspecto: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar” (Mt 18, 6)