lunes, 26 de noviembre de 2012

Iniciativa solidaria: Sonrisas dulces

Aunque siempre he contemplado la posibilidad de promover, de modo humilde y dentro de las posibilidades del blog, iniciativas que me llegan por correo electrónico, hasta ahora sólo lo había hecho en el caso de la campaña KONY 2012. Sin embargo, la que sugiero hoy me parece especial a su manera (pues todas son especiales en cierto sentido). Se refiere a la dura realidad del cáncer infantil. Para contribuir a la investigación para paliar esta enfermedad, la empresa de golosinas Migueláñez nos propone la campaña “Sonrisas dulces”, mediante la cual cada visualización del vídeo de la campaña otorga 5 céntimos a esta causa.

Espero que esta entrada permita a más gente conocer esta iniciativa y a concienciarnos de esta realidad que, en lo que me ha afectado de modo relativamente cercano, se ha reconducido no sin esfuerzo en una victoria de la esperanza sobre la enfermedad.

Si algún lector valora positivamente la difusión en el blog de este tipo de propuestas solidarias, agradecería que lo reflejara en los comentarios y así evaluar la pertinencia de incluir otras en el futuro. Gracias a todos.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Providencia: sentir a Dios y a los demás

En esta semana se ha celebrado la fiesta de la Virgen de la Providencia y pensando una forma de expresar a los alumnos del colegio en qué consiste la Providencia se nos ocurrió la siguiente frase: “Providencia es saber y sentir que siempre hay alguien que vela por nosotros”.

Con este lema, quizás largo para ser un lema, se expresa la relación profunda, sincera, honesta y confiada del creyente con Dios, que es a su vez reflejo de cómo deber ser la relación de uno con los demás seres humanos.

Es decir, por un lado, la Providencia de Dios nos hace caer en la cuenta de que nuestra vida está en el fondo sujeta en sus manos y en sus designios amorosos. Esas manos y esos designios se valen de personas, instituciones y circunstancias que nos deberían recordar lo afortunados que somos de contar con personas que velan (y se desvelan) por nosotros. Cada cual que haga su lista y actúe en conciencia y consecuencia con ella.

Por otra parte, la Providencia de Dios nos exhorta a vivir nuestra fe de forma adulta y madura y esto se traduce en tomar conciencia de que nosotros también somos personas que velan o deberían velar por las demás personas. ¿Lo hacemos? ¿Es ajustada nuestra entrega a los demás en relación a la esperanza y confianza que tienen en nosotros?

Ser cristiano es una manera apasionante de vivir la vida con plenitud y sentido. Saber y sentir que Dios y muchas personas están incondicionalmente a nuestro lado es una suerte y un don. Pero todo eso será incompleto si no somos capaces de transformar la gratitud en dinámica de gracia que da gratis lo que también ha recibido gratis.

lunes, 5 de noviembre de 2012

¿Más filosofía y menos teología?

A gritos y, sobre todo, a empuje de ignorancia y falta de respeto, un grupo de personas asaltó hace unos días un colegio de salesianos en Mérida, proclamando su gran propuesta epistemológica: “más filosofía y menos teología”. Más allá de la majadería del acto, me parece útil plantearse qué actitudes vitales y mentales pueden desprenderse de las relaciones entre filosofía y teología.

La primera es, sin duda, la más inmediata: hay quienes consideran que la filosofía es capaz de desactivar a la teología. Tal opción adopta una postura materialista que impide la exploración de ciertos temas que pertenecen por ley la metafísica y que abren la puerta a una visión religiosa y sobrenatural. Un ejemplo de esta posición es el ateísmo filosófico, si bien el paso del tiempo ha puesto de manifiesto tanto algunos de sus logros críticos como sus rotundos fracasos en mostrar el carácter falso y nocivo de la fe y de la religión.

Una segunda postura es la que propaga la postura opuesta: más teología y menos filosofía. Se trata de una postura no poco frecuente en trabajos e instituciones que se tildan de teológicas. Sin embargo, en cuanto atajo o apaño epistemológico está condenado de por sí al fracaso y como señaló en su momento el teólogo protestante Karl Barth puede hacer incurrir al teólogo en el mayor de los ridículos, pues proporcional a su talla epistemológica es el riesgo que asume en su quehacer.

Finalmente, otra actitud es la de quienes consideran que la filosofía es una importantísima base crítica de cualquier tipo de teología que pretenda considerarse como tal. Ésta es, sin duda, la opción más interesante pues en el diálogo razón-fe la aportación de la filosofía es decisiva para evitar desvaríos fideístas y excesos racionalistas. Cuando la filosofía y la teología se armonizan en su vuelo para otear de modo veraz la realidad se erigen, en palabras de Juan Pablo II, en dos alas sobre las cuales apoyar el vuelo hacia la verdad.

Nótese que la primera y la segunda postura coinciden en una ceguera epistemológica que dificulta el proyecto de conocimiento de la verdad, más allá de que por debajo puedan existir otras intenciones menos admisibles. Es por esto que el buen filósofo y el buen teólogo, como cualquier hombre de bien, no se arredra ante patrañas y proclamas panfletarias, como las del otro día en Mérida, que no resisten el más mínimo envite de un criterio epistemológico medianamente serio.