El día de Santa Catalina me ha traído
como regalo la visita sorpresa de un buen amigo, de un hermano. En
ella he podido volver a saborear la satisfacción y la dicha de una
amistad cuajada de buenos y no tan buenos momentos en los que se ha
ido labrando una parte del carácter y la personalidad de cada uno de
nosotros.
Tener buenos amigos es tener muchas
perspectivas para rastrear la verdad profunda de la vida. Por eso, y
quizás sólo y siempre por eso, encontrarse y re-encontrase con un
buen amigo es también de alguna forma encontrarse con uno mismo. Y
hoy, en cada gesto, en cada recuerdo, en cada mueca de duda, de
alegría o de desconcierto he podido ver reflejados los fundamentos
comunes que configuran, según Aristóteles, la auténtica amistad,
las que se cuentan como máximo con los dedos de una mano.