miércoles, 15 de mayo de 2013

Cuando lo Down es Up

Cualquier persona que tenga un mínimo de sensibilidad, puede percibir con facilidad la enorme capacidad sensitiva y afectiva de las personas afectadas por el síndrome de Down. Su cariño y su alegría son más que comunes y con frecuencia logran llenar de ternura los ambientes en los que se encuentran.

Es por ello que no resulte extraño que se trate de personas que son muy queridas y acogidas por sus entornos, si bien a veces la sociedad no siempre es capaz de mostrar toda la comprensión que unas personas de tal condición demandan y, sobre todo, merecen.

Esta situación de doble cara la veo reflejada con cierta frecuencia en mis desplazamientos habituales en el metro, cuando coincido con una joven muchacha con síndrome de Down que se dirige a su ocupación (presupongo que laboral o formativa) sumergida felizmente en las melodías de su reproductor de música. La escena llega a su máximo esplendor cuando ella entra en el vagón con gente medio dormida y la canción que escucha alcanza su punto de apogeo y su escuchante la canta con voz potente (como ocurre siempre que uno escucha música con auriculares) y de forma tan apasionada como desafinada.

En ese momento, me uno a las personas que se despiertan de verdad y esbozan una sonrisa sincera de quien se alegra con la felicidad ajena. Y es que un momento como ese que no se sabe bien si es maravillosamente incordiante o incordiantemente maravilloso es uno de esos momentos donde podemos recordar que la vida es del color del cristal con el que se mira. Y mi experiencia es que las personas con síndrome de Down la ven con alegría, ternura e ilusión. Eso es lo que podría catalogarse como que “lo Down es Up”.