lunes, 18 de noviembre de 2013

Providencia y perseverancia

El evangelio de este domingo pasado (17 de noviembre) acaba con una sentencia muy gráfica y no siempre fácil ni de interpretar ni de aplicar: “El que persevere hasta el final, se salvará” (Lc 21, 19).

Y digo que no es fácil de interpretar ni de aplicar porque providencia y perseverancia no son conceptos teológicos que seduzcan al ser humano por la epidermis teológica sino que requieren mucha profundidad, mucha contemplación y mucha sabiduría teologal que no siempre son fáciles de alcanzar cuando el creyente vive en el barullo de lo cotidiano, del ruido mediático y de los bandazos sociales.

Lejos de pretender una entrada analítica y exhaustiva sobre tan compleja cuestión, me quiero apoyar en una visión cinematográfica de gran hondura estética y simbólica que seguro no deja a nadie indiferente. Me refiero a la preciosa escena evocadora de la última cena en la película francesa De dioses y hombres en la que los acordes de El lago de los cisnes emocionan al espectador de forma superlativa.

Esta emoción teologal no alcanza su máximo nivel por la estética de la escena, ni por la peculiaridad de la historia que es aún más significativa dado que está más que basada en una historia real (la del martirio de los monjes cistercienses de Tibhirine), sino por la repercusión directa y existencialista en la propia biografía del creyente que entiende que no hay providencia sin perseverancia. Y es que la providencia entendida como designio divino conlleva un compromiso vital que otorga relevancia sagrada a la propia vida y a la de los demás de modo que el propio compromiso es la única puerta (¡aunque a veces muy estrecha en comparación con la anchura de las excusas y las huidas) para acceder a la salvación. ¡Y si no que se lo digan al propio Jesús de Nazaret en su conflicto mesiánico en el Huerto de los Olivos!

Cuando el cristiano comprende que entregar la vida es vivir en plenitud, llora por su desconcierto, pero en el fondo de su alma, comienza a reír por su auténtica salvación. ¿Duro?, No, muy duro, pero a la vez apasionante y exigente a la altura de la vida que Dios nos promete y nos ofrece y que desde nuestra humilde atalaya humana no siempre somos capaces siquiera de atisbar y menos aún de comprender del todo.

Dejo aquí el enlace a la preciosa escena y dado que en estos días algunas instituciones, entre ellas alguna muy querida, celebran la fiesta de la Providencia, junto a mi esperanza en que guste la escena, envío mis mejores deseos para todos.