miércoles, 6 de julio de 2011

Nuevos inquilinos en el monasterio de Yuste

Navegando por la red, me encuentro con la noticia de que el ilustre monasterio de Yuste, perteneciente a Patrimonio Nacional y lugar de retiro y muerte del emperador Carlos I de España y V de Alemania, se encuentra de mudanza en lo que a sus inquilinos se refiere. Como ya informó en abril la Diócesis de Plasencia, se marcha la comunidad de monjes jerónimos y llega otra de monjes paulinos (Orden de San Pablo Eremita). Este relevo me suscita tres reflexiones fundamentales:

1. La importancia de la historia requiere custodios dignos. El hecho de que la crisis vocacional afecte no sólo a la Orden de San Jerónimo sino también a su misión y presencia se pueden entender mejor cuando nos enteramos, por ejemplo, que un lugar tan relevante históricamente como el monasterio de Yuste se ve implicado en el lance. Son muchos los lugares, las poblaciones y los patrimonios que le deben mucho a la Iglesia en general y a las órdenes religiosas en particular. Las órdenes contemplativas no sólo no son una excepción sino que suelen ser protagonistas en esta noble tarea de velar por la memoria de un lugar y de custodiar parte de su patrimonio. El hecho de que la noticia de la marcha de una comunidad suela generar desazón entre los vecinos y los conocidos del lugar deja entrever que fueron o son unos custodios dignos, lo cual no es cuestión baladí porque “el que es de fiar en lo pequeño también lo es en lo importante” (Lc 16). Desde la distancia, me da la sensación de que los jerónimos pueden marcharse tranquilos porque han sido unos custodios de Yuste muy dignos.

2. Las instituciones y las personas pasan pero los carismas persisten. Los jerónimos fueron muy numerosos en siglos pasados (s. XVI y XVII), como prueban documentos escritos e incluso pictóricos (ej.- Zurbarán), pero su larga historia seguramente les permite entender mejor que a nadie que las etapas favorables y desfavorables se suceden. Si tras la desamortización de Mendizábal, la Orden llegó prácticamente a desaparecer, hoy su presencia está reducida a mínimos que se han congregado en el monasterio segoviano de Santa María del Parral. Si después de aquel bache vocacional, la Orden supo y pudo restaurarse, no hay que descartar la posibilidad de que otro ciclo de la historia les vuelva a ser favorable. Pero si finalmente no fuera así, su principal consuelo será haber sido fieles a su carisma y saber que éste continúa vivo y vivificado por el Espíritu aunque, desgraciadamente, no en las formas y modos que los jerónimos quizás hubieran soñado pues "del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre" (Mt 24, 36; Mc 13, 32)


3. La generosidad es clave en la transmisión del Evangelio. La propia dinámica del Evangelio y la historia de la Iglesia nos muestran que la generosidad y la entrega son imprescindibles para la evangelización. A la generosidad de los monjes jerónimos les ha de suceder ahora la generosidad de los monjes paulinos que viven un momento de mayor esplendor (motivado por su fuerte presencia en la vigorosamente católica Polonia) y pueden hacer una ofrenda para continuar con esta misión evangelizadora. No faltarán las dificultades y la dudas (empezando por la de si es la solución más adecuada), pero mientras se despejan, uno de los principios que ha de primar es el de “dar gratis lo que habéis recibido gratis” (Mt 10, 8).

Se cierra una etapa en el monasterio de Yuste, al tiempo que se abre otro episodio histórico entre sus muros. Gracias a los monjes jerónimos y que la gracia de Dios ilumine a los monjes paulinos.