lunes, 18 de noviembre de 2013

Providencia y perseverancia

El evangelio de este domingo pasado (17 de noviembre) acaba con una sentencia muy gráfica y no siempre fácil ni de interpretar ni de aplicar: “El que persevere hasta el final, se salvará” (Lc 21, 19).

Y digo que no es fácil de interpretar ni de aplicar porque providencia y perseverancia no son conceptos teológicos que seduzcan al ser humano por la epidermis teológica sino que requieren mucha profundidad, mucha contemplación y mucha sabiduría teologal que no siempre son fáciles de alcanzar cuando el creyente vive en el barullo de lo cotidiano, del ruido mediático y de los bandazos sociales.

Lejos de pretender una entrada analítica y exhaustiva sobre tan compleja cuestión, me quiero apoyar en una visión cinematográfica de gran hondura estética y simbólica que seguro no deja a nadie indiferente. Me refiero a la preciosa escena evocadora de la última cena en la película francesa De dioses y hombres en la que los acordes de El lago de los cisnes emocionan al espectador de forma superlativa.

Esta emoción teologal no alcanza su máximo nivel por la estética de la escena, ni por la peculiaridad de la historia que es aún más significativa dado que está más que basada en una historia real (la del martirio de los monjes cistercienses de Tibhirine), sino por la repercusión directa y existencialista en la propia biografía del creyente que entiende que no hay providencia sin perseverancia. Y es que la providencia entendida como designio divino conlleva un compromiso vital que otorga relevancia sagrada a la propia vida y a la de los demás de modo que el propio compromiso es la única puerta (¡aunque a veces muy estrecha en comparación con la anchura de las excusas y las huidas) para acceder a la salvación. ¡Y si no que se lo digan al propio Jesús de Nazaret en su conflicto mesiánico en el Huerto de los Olivos!

Cuando el cristiano comprende que entregar la vida es vivir en plenitud, llora por su desconcierto, pero en el fondo de su alma, comienza a reír por su auténtica salvación. ¿Duro?, No, muy duro, pero a la vez apasionante y exigente a la altura de la vida que Dios nos promete y nos ofrece y que desde nuestra humilde atalaya humana no siempre somos capaces siquiera de atisbar y menos aún de comprender del todo.

Dejo aquí el enlace a la preciosa escena y dado que en estos días algunas instituciones, entre ellas alguna muy querida, celebran la fiesta de la Providencia, junto a mi esperanza en que guste la escena, envío mis mejores deseos para todos.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Ganas de vivir

 Uno de los regalos de la paternidad ha sido poder ver cada día gestos y detalles de la nueva vida que refrescan algunos ya vividos y despiertan otros ya adormecidos. Encontrarse cara a cara cada vez con un bebé no deja de ser un momento muy gozoso y afortunado pero también un momento que requiere, entiéndase bien, el coraje de apostar por la vida que se ofrece y se despliega frente a nosotros sin que la podamos entender todo lo que quisiéramos o, más aún, pudiéramos.

En mi caso, puedo estar bien feliz porque en casi todos los despertares soy recibido con una sonrisa plena y luminosa que contagia todo lo que contienen que no es otra cosa que las ganas de vivir, de aprovechar cada minuto del día para reír, para jugar, en definitiva, para vivir con plenitud.

En estos días de septiembre, en el que muchos nos estamos haciendo a la idea de volver a nuestra rutina, es
también una oportunidad de evaluar cómo están nuestras ganas de vivir y en qué medida apostamos por ellas y hacemos lo posible para que los demás también puedan vivirlas y contagiarlas.

Y es que hay cosas grandes que se dirimen en los detalles pequeños. Quizás por eso un feliz bebé me ha proporcionado esta sencilla lección de vida que hoy comparto y reasumo en el espíritu de Jesús de Nazaret expresado en que “de los que son como niños es el Reino de los Cielos” (Mt 19,14).

viernes, 16 de agosto de 2013

¿Un Dios prohibido?

Puede que se trate de un error de percepción, pero lo cierto es que sólo por una coincidencia he podido enterarme de la existencia de una película española que se estrenó el pasado 14 de junio. Semanas después, lo cierto es que sigo sin haber tenido referencia alguna de la misma en los medios de comunicación principales.


Una posible explicación es que se tratara de una película de escaso nivel, con temática poco relevante y con actores desconocidos, pero sin embargo resulta que parece que ése tampoco es el caso dado que se trata de un largometraje que trata -¡cómo no!- sobre la Guerra Civil española y en ella aparecen actores que se mueven en el primer nivel de la escena y la prensa rosa española.

Y entonces, ¿dónde está el problema? Ignoro cuál es la hipótesis verdadera, pero si la misma contemplara que se trata de una película con un fuerte trasfondo religioso (evangélico para más señas) y que ilumina la perspectiva de la contienda española desde otra vertiente que no coincide con la que predomina en la mayoría de películas sobre el tema, sería algo más que lamentable.

En cuanto me sea posible, procuraré ver la película y sólo espero que si hay gente que tiene en su mano ayudar a difundir obras de arte (películas u otras) lo haga sin miedo de exponer un punto de vista que como mínimo merece ser contemplado, por si acaso las ideologías nos traicionan tanto en el fondo como en la forma de comprender las cosas.

¡Ah, por cierto!, la película se titula Un Dios prohibido, y humildemente la he propuesto en el espacio que a tal motivo tengo en la pestaña que se encuentra en la columna derecha de este blog.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Cuando lo Down es Up

Cualquier persona que tenga un mínimo de sensibilidad, puede percibir con facilidad la enorme capacidad sensitiva y afectiva de las personas afectadas por el síndrome de Down. Su cariño y su alegría son más que comunes y con frecuencia logran llenar de ternura los ambientes en los que se encuentran.

Es por ello que no resulte extraño que se trate de personas que son muy queridas y acogidas por sus entornos, si bien a veces la sociedad no siempre es capaz de mostrar toda la comprensión que unas personas de tal condición demandan y, sobre todo, merecen.

Esta situación de doble cara la veo reflejada con cierta frecuencia en mis desplazamientos habituales en el metro, cuando coincido con una joven muchacha con síndrome de Down que se dirige a su ocupación (presupongo que laboral o formativa) sumergida felizmente en las melodías de su reproductor de música. La escena llega a su máximo esplendor cuando ella entra en el vagón con gente medio dormida y la canción que escucha alcanza su punto de apogeo y su escuchante la canta con voz potente (como ocurre siempre que uno escucha música con auriculares) y de forma tan apasionada como desafinada.

En ese momento, me uno a las personas que se despiertan de verdad y esbozan una sonrisa sincera de quien se alegra con la felicidad ajena. Y es que un momento como ese que no se sabe bien si es maravillosamente incordiante o incordiantemente maravilloso es uno de esos momentos donde podemos recordar que la vida es del color del cristal con el que se mira. Y mi experiencia es que las personas con síndrome de Down la ven con alegría, ternura e ilusión. Eso es lo que podría catalogarse como que “lo Down es Up”.

martes, 30 de abril de 2013

La alegría de verte

El día de Santa Catalina me ha traído como regalo la visita sorpresa de un buen amigo, de un hermano. En ella he podido volver a saborear la satisfacción y la dicha de una amistad cuajada de buenos y no tan buenos momentos en los que se ha ido labrando una parte del carácter y la personalidad de cada uno de nosotros.

Tener buenos amigos es tener muchas perspectivas para rastrear la verdad profunda de la vida. Por eso, y quizás sólo y siempre por eso, encontrarse y re-encontrase con un buen amigo es también de alguna forma encontrarse con uno mismo. Y hoy, en cada gesto, en cada recuerdo, en cada mueca de duda, de alegría o de desconcierto he podido ver reflejados los fundamentos comunes que configuran, según Aristóteles, la auténtica amistad, las que se cuentan como máximo con los dedos de una mano.

martes, 26 de marzo de 2013

Silencio que habla


Hace más de tres semanas que mi blog está en silencio y, sin embargo y de modo paradójico, nunca dijo tantas cosas. ¿Qué puede haber más importante que la acción predicadora? ¿Quién o qué tiene autoridad para acallar la predicación hasta el silencio más absoluto?

Obviamente tiene que ser algo muy grande, algo muy importante, algo que nos trasciende, nos supera, nos deja callados (si es que no nos deja con la boca abierta). Algo que en fenomenología de la religión se denomina como misterio y que tiene una doble vertiente, a la vez antagónica y complementaria: mysterium tremens y mysterium fascinans.

Más allá de lo “muy importante” material (como las obligaciones del quehacer cotidiano o la crisis del euro) y más allá incluso de lo “muy importante” espiritual (como la elección y acalamación de un nuevo papa o el ritmo cotidiano del propio espíritu) hay algo/alguien todavía más relevante que lo “muy importante”.

Esa realidad omniabarcante se manifiesta de forma “tremenda” y “fascinante”, esto es, rompe los esquemas y empuja a dar lo mejor de uno mismo. Y lo más tremendo y fascinante de su manifestación es que no se expresa de forma ostentosa o llamativa sino incluso de un modo especialmente sutil, humilde y sencillo.

Y he aquí entonces la mayor experiencia de fe, la mayor experiencia de Dios, que un creyente, que un ser humano pueda tener. Pero, por si fuera poco y a modo de ejercicio crítico, el predicador no puede permitirse el lujo de dejarse llevar por lo efímero y superficial de esta experiencia fundante, sino que ha de saborearla para intentar comprenderla en la máxima magnitud posible (que nunca es total y absoluta) y cerciorarse de que se conecta de modo adecuado con su mensaje experiencial.

Y es entonces cuando el silencio, que quiere adentrarse de modo honesto en el misterio, habla, clama o, mejor dicho, proclama la experiencia de Dios...

jueves, 28 de febrero de 2013

La Pasión, su último secreto

La cuaresma nos ofrece este año 2013 de la mano de Producciones Narea una atractiva puesta en escena de laPasión de Cristo, bajo el sugerente título de “su últimosecreto” que se desarrolla según tres invitaciones no menos sugerentes: Vivirás con Él, morirás con Él, resucitarás con Él.

De esta obra se pueden extraer dos observaciones reseñables. La primera es el meritorio empeño de hacer una interpretación de un texto por el que no pasan los siglos pero que no goza de toda la aceptación que algunos prejuicios que pretenden imponerse en la actualidad. Que unos artistas y unos productores arriesguen con este planteamiento no puede catalogarse sino de osado y desafiante. Vaya desde aquí mi enhorabuena y mi gratitud por la iniciativa.

La segunda, es una observación que realizo desde el conocimiento del impacto que la representación ha causado entre los alumnos de mi colegio que han asistido al teatro para verla. Como además me consta que este impacto ha trascendido a otros grupos escolares y que ha sorprendido y agradado positivamente a los miembros del elenco, no sólo me congratulo por ello sino que felicito a todas aquellas personas que han hecho todo esto posible.

En medio de un tiempo en el que no es ni mucho menos fácil encontrar una profunda relación entre arte y cristianismo, iniciativas como la de Producciones Narea son un aliciente y una oportunidad que, como no sólo se ofrece al ámbito escolar sino a todos los públicos, merece ser aprovechada y promovida en el presente y en forma de otras producciones similares en el futuro.

lunes, 25 de febrero de 2013

Toni Cantó y lo políticamente correcto

Un titular de prensa pone al lector en alerta acerca de una noticia de presunto interés informativo. Sin embargo, más allá de la realidad lo cierto es que quizás debería plantear el asunto como unas declaraciones (además en redes sociales) de un político célebre por su actividad extrapolítica, sobre un tema polémico (la violencia de género) que es demasiado importante como para reducirlo a inagotable combustible polémico, y en un contexto y unas formas que no coinciden ni por asomo con lo que, ¿hipócrita o sutilmente?, se suele llamar “lo políticamente correcto”.

Sólo este simple vistazo debería servir para reflejar el fondo, las formas y los aderezos con los que la sociedad maneja determinadas problemáticas y situaciones. Del fondo, vuelve a quedar puesto de manifiesto que si quieres ser “aniquilado mediática o socialmente” sólo tienes que intentar procurar hacer el mas mínimo intento de argumentación sobre un tema candente y el resto lo hará la marabunta. Desde ese momento, la verdad (si es que alguna vez importó) se echa a la cuneta para dejar el camino expedito a la forma. Una forma en la que cualquier táctica que no contemple ni lo racional, ni lo razonable, ni mucho menos lo respetuoso, no tiene la más mínima opción de sobrevivir ante la exitosa opción del grito, la interrupción, el aplauso postizo y la demagogia que apela a teclas demasiado fáciles de pulsar.

De los aderezos, sólo con pensar que una frase, una mueca o una mala idea de alguien (incluso de uno mismo) puede ser la indispensable carnaza para que las pirañas y los leones anónimos de la masa que opina en lugar de meditar, que juzga en lugar de escuchar y que pulsa botones en lugar de buenos sentimientos, pueden ser más que suficientes para que lo amarillo (nótese que no he optado por otros colores más “simbólicos”) pueda ser verde y no ser verde a la vez y viceversa.

Andemos con cuidado en este mundo aparente empeñado en alabar cada día la advertencia del mito de la caverna de Platón, porque los peligros que afrontamos son sólo los reales. El problema es si son más reales los peligros que considero como tales u otros más sutiles y lesivos que, con perdón por la “tibieza”, podemos denominar los peligros presuntos aparentes.

jueves, 14 de febrero de 2013

El eco del papa

La noticia de la renuncia del papa, aparte de un trocito de historia, ha dejado un montón de aspectos reseñables. Sin embargo, hay uno que me ha llamado bastante la atención: la capacidad mediática que tiene la Iglesia y la figura del papa en los medios. Se puede decir en cierta manera que, aunque no se admita con facilidad, muchas de las cosas que dice la Iglesia y el papa tienen eco directo e indirecto en la sociedad.

Es cierto que este eco puede resonar desde el cristianismo (fe y religión cristiana) o bien desde la cristiandad (ropaje y contexto social, político y cultural que se ha ido incorporando al cristianismo a lo largo de la historia), pero la reacción de los medios de comunicación y de la opinión pública refleja que la referencia de la Iglesia es real.

Entre esas referencias, una de las más evidentes es la referencia moral o de autoridad. Sea para criticarla, para escucharla, para sentirla presente, la referencia eclesial, en general, y papal, en particular, es una referencia moral que se ha puesto de manifiesto en estos días.

En concreto me refiero a la proporción inversa que se ha manifestado estos días entre la aparente aceptación de lo que representa el papa y la Iglesia y la repercusión social y periodística que ha adquirido.

Y es que, de alguna manera, todos demandamos referencias y también podemos ser referencias. Esta evidencia no puede ser infravalorada ni por la Iglesia, ni por el papa, ni por quienes se contrastan con ella aunque se perciba desde el cristianismo, o aunque se perciba desde la cristiandad. Y esto es lo que no puede olvidar la Iglesia: que la eficacia y la presencia de su evangelización se muestra aceptable y válida desde la conexión con lo más profundamente humano. Y en eso, en estos días, puede que haya resonado con mayor fuerza el eco del gesto del papa.

lunes, 4 de febrero de 2013

Escrutando los designios de Dios

Tal y como escuchaba en el sermón dominical de este domingo, las lecturas del evangelio nos hablan de la toma de conciencia mesiánica, profética y vocacional de Jesús respecto al Padre. Esa toma de conciencia requiere de la implicación, de la interpretación espiritual y de la voluntad decidida de Jesús.

De modo análogo, el creyente realiza esa toma de conciencia y la vive y la asume con la máxima honestidad posible sin incurrir en posiciones interesadas o ideológicas.

Esta dimensión fundamental de la fe me recuerda hoy, días después de la jornada de vida monástica, una curiosa anécdota que ocurrió hace unos pocos años en un monasterio de monjas contemplativas durante la visita de su superior. Ante la crisis espiritual y vocacional del monasterio, una de las religiosas del monasterio se autojustificó ante su visitante esgrimiendo un argumento infantilón. “Estamos tranquilas porque sabemos que Dios no va a dejar que este monasterio desaparezca”. A lo que el superior, con cierta sorna, le replicó: “No esté tan segura. Recuerde que permitió que crucificaran a su propio hijo”.

Y es que a la hora de escrutar los auténticos designios de Dios, junto a la opción sincera y teologal, siempre coexiste la tentación de hacer decir o hacer a Dios lo que uno quiere que haga. Y eso, aparte de absurdo e ingenuo, es sencillamente imposible.

miércoles, 30 de enero de 2013

¿La suma de todos?

Los difíciles momentos sociales que estamos viviendo y de los cuales no está exenta la sanidad pública, me hacen reflexionar sobre el lema de la Comunidad de Madrid y que se incluye en los mensajes relacionados con su Consejería de Sanidad: La suma de todos.

Dejando a un lado falsos romanticismos e intereses ocultos disfrazados de reivindicaciones justas y universales, lo cierto es que las penurias de la sanidad pública dejan a las claras que el fin de la austeridad presupuestaria no justifica los medios de abusar de los esfuerzos y sacrificios de muchos ciudadanos y contribuyentes de bien. Y este mal que es inaceptable de por sí, se recrudece cuando afecta a ciudadanos desvalidos por cuestiones de edad, físicas y otras.

Entonces, ¿hasta qué punto la sanidad pública española responde al ideal de ser la suma de todos? ¿Qué se le puede decir a las personas y a las familias que quedan excluidas de esa totalidad?

Visto desde una perspectiva justa, la situación de la sanidad y su repercusión en la sociedad , y más en concreto en los más desfavorecidos, es una cuestión que clama al cielo. Pero lo es mucho más si la contemplamos desde el Evangelio y desde la Doctrina Social de la Iglesia. Esta última, a partir de su principio del bien común, entiende la solidaridad humana en clave de fraternidad y de comunión. Quizás por eso, y no sólo por eso, la denuncia del debilitamiento de la sanidad pública y otros derechos sociales en pro de nutrir otros intereses y valores menos relevantes, e incluso a veces indeseables, es una reivindicación justa, humana y evangélica.

Siempre he pensado que si la Doctrina Social de la Iglesia se conociese más a nivel general, obtendría un respaldo y reconocimiento masivo. Hoy, en este contexto de dificultad social, la Iglesia tiene no sólo la oportunidad sino también el deber de desplegar, mostrar y ejercer su doctrina y compromiso social. Y en eso si que estamos todos a sumar, a hacer posible que una verdadera solidaridad o fraternidad sea la suma de todos.

viernes, 25 de enero de 2013

Convertirse sí, pero ¿en qué?

La fiesta de la Conversión de San Pablo pone de relevancia, un año más, la importancia fundamental de la conversión en la vida de cualquier persona en general y del creyente cristiano en particular. Dada por supuesta esta realidad del auténtico progreso y desarrollo en el ser humano, la cuestión que procede hacerse es la siguiente: ¿Convertirse en qué?

Mirando como ejemplo el relato de la conversión de San Pablo podemos extraer un esquema orientativo sobre las pautas de una auténtica conversión en clave cristiana:

1) Convertirse a Dios. La conversión de San Pablo refleja que hay experiencias intensas, extremas e incluso límites, que se nos muestran como oportunidades de cambio radical conformando de esa manera un antes y un después de quien las vive. Si Pablo pasó de máximo perseguidor a máximo propagador del cristianismo, el creyente vive en algún momento de su vida la experiencia profundamente transformadora de encontrarse con Dios cara a cara y no sólo eso, sino que esa experiencia viene mediada por una circunstancia rotundamente comprometedora. De ahí que la auténtica conversión suscite una inquietante pregunta: ¿cuál es el compromiso fundamental de mi existencia?

2) Convertirse a uno mismo. Cuando Pablo se levanta para seguir su camino hacia Damasco posiblemente una pregunta rondaba su cabeza: ¿quién soy yo realmente? Pablo vive y responde esta pregunta de forma radical (desde la raíz): “Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). Hay muchas formas de entender este planteamiento, pero desde una óptica genuinamente cristológica la vivencia desde Cristo no ha de concebirse como una anulación de la propia personalidad, sino al contrario, como una promoción de la misma hasta extremos de índole escatológica.

3) Convertirse a los demás. En el proceso de conversión quizás el paso más difícil sea el de acoger a los demás y, especialmente, el de dejarse acoger por los otros, especialmente de aquellos que no son tan afines a mi forma de ser y de pensar. Si Pablo tuvo que dirigirse a la comunidad cristiana de Damasco y dejarse interpelar por ellos y su recelo ante su llegada, el creyente en su conversión expresa de forma especial su fe a la hora de apostarlo todo por el futuro al que se abre y en el que pretende volcar toda su vida.

Por todo ello, a modo de conclusión, se puede decir que la auténtica conversión conlleva un planteamiento comprometedor de la propia existencia que promueve la personalidad del creyente en todas sus dimensiones de tal modo que le posibilita abrirse al futuro con toda la confianza de poner en juego la vida entera.

domingo, 13 de enero de 2013

2013: la importancia de la mentalidad

Año Nuevo y el número 13 son dos ingredientes sugerentes para reflexionar acerca de cuáles deben ser algunos de los auténticos fundamentos no sólo de nuestros buenos propósitos sino de nuestro proyecto de vida en su totalidad. Es decir, tanto los propósitos como las supersticiones son irrealidades y ficciones que dejan su realización o su posibilidad de realización a merced de la voluntad y el permiso de quien los enfrenta o se los plantea.

Si para muchos el número 13 es motivo de pesimismo o superstición, lo cierto es que para otra mucha gente lo es de todo lo contrario, aparte de que como toda superstición la obstinación de la realidad deja ver a las claras que las supersticiones sólo pueden subsistir en la mente de los que les conceden credibilidad.

Sin embargo, hay otra razón vinculada a lo ya citado que nos hace descartar radicalmente el presunto poderío de la superstición y esa razón no es otra que la convicción teológica, cristiana, católica de que la historia está abierta y que sus principales capítulos están por escribir. Sea ante la adversidad o ante los acontecimientos favorables, la acción humana (presuntamente libre y responsable) tiene algo que decir -quizás mucho más de lo que cree-.

Ante esta panorámica, ¿será el año 2013 un año proclive al pesimismo o al optimismo? Quisiera decir que es un año orientado hacia el optimismo, pero para que no se quede en una ilusión o en una mera opinión parcial o ventajista, lo mejor es mentalizarse para comprometerse a lograr que esa perspectiva se convierta en realidad.

Siempre es la hora de la mentalidad. Y una mentalidad positiva puede lograr grandes cosas, al igual que una mentalidad negativa puede lograr teñir de sombras el futuro. Por eso, más allá de supersticiones y de otras circunstancias, el 2013 es una invitación a revisar nuestra mentalidad. Estamos llamados a lo positivo y a lo grandioso. Es más, podemos y debemos gritar que ¡nos merecemos algo mejor! El 2013 es el primer campo de trabajo para empezar a hacerlo realidad. ¡Ánimo en el empeño!

sábado, 5 de enero de 2013

Tres reyes, tres regalos teológicos

Como es sabido, si miramos los datos que nos ofrece el evangelio de Mateo, nada se dice ni de que fueran tres (se habla de “unos” magos), ni que fueran reyes, aunque sí se dicen que eran magos. Por eso, mirando al citado relato evangélico sugiero tres reflexiones que pretenden ser teológicas y que, en función del gusto y la sensibilidad religiosa de lector, quizás puedan ser acogidas como regalos.

a) Saber leer las señales y los signos de la vida. Una de las posibles interpretaciones de la condición de magos de nuestros personajes es su conexión con la astronomía. Pero no basta con saber de astronomía para seguir una estrella concreta. Las decisiones importantes en la vida dependen en buena medida del conocimiento, pero no estrictamente, porque quien juega un papel decisivo en la elección libre y consiguiente a dicho conocimiento. Igual que los magos, seguir la estrella es no sólo una cuestión de conocimiento, sino ante todo de lanzarse a seguirla y guiar la vida conforme a ella. En estos tiempos en el que quizás tenemos muchas señales en el camino (incontables como el número de las estrellas), es importante saber elegir la que dará sentido a nuestra vida.

b) Actuar con astucia para afrontar la relación con los poderosos. Saber qué estrella elegir es importante en la vida, pero eso no evita que surjan los obstáculos en el camino. En el caso de los magos de Oriente se encuentran en su camino con la figura poderosa (y corrupta) de Herodes. Ante sus argucias y sus abusos en el ejercicio de su poder para automantenerse en él, los magos escuchan el consejo de un ángel para que esquiven su perverso plan. Cuando en nuestra realidad nos encontramos con gente poderosa que pretende cohibirnos y manipularnos en su propio beneficio, la mejor alternativa es la inteligencia y la astucia. A veces, la mejor manera de evitar un obstáculo es no darle más importancia de la necesaria y saber sortearlo o darse la vuelta para ir por otro camino.

c) Mantener claros los objetivos fundamentales de la vida y los medios para conseguirlos. Cuando esquivamos, sorteamos o devaluamos la importancia de un obstáculo, lo que estamos haciendo en el fondo es saber dar importancia a nuestra persona y nuestras posibilidades para ser como queremos ser. En el caso de los magos, la multitud de señales y sus obstáculos en el camino no les impidieron llegar a Belén para adorar al Mesías y ofrecerle su oro, su incienso y su mirra. Igualmente, en cada episodio de nuestra biografía, la mejor manera de acoger las buenas noticias y de asumir las dificultades es valorarlas en relación con el objetivo fundamental de nuestro proyecto de vida.

Ojalá que los Reyes Magos nos dejen esta noche sabiduría para encontrar nuestra estrella, astucia para afrontar las dificultades y clarividencia para no perdernos ni distraernos del objetivo de ser felices haciendo felices a los demás.