miércoles, 30 de enero de 2013

¿La suma de todos?

Los difíciles momentos sociales que estamos viviendo y de los cuales no está exenta la sanidad pública, me hacen reflexionar sobre el lema de la Comunidad de Madrid y que se incluye en los mensajes relacionados con su Consejería de Sanidad: La suma de todos.

Dejando a un lado falsos romanticismos e intereses ocultos disfrazados de reivindicaciones justas y universales, lo cierto es que las penurias de la sanidad pública dejan a las claras que el fin de la austeridad presupuestaria no justifica los medios de abusar de los esfuerzos y sacrificios de muchos ciudadanos y contribuyentes de bien. Y este mal que es inaceptable de por sí, se recrudece cuando afecta a ciudadanos desvalidos por cuestiones de edad, físicas y otras.

Entonces, ¿hasta qué punto la sanidad pública española responde al ideal de ser la suma de todos? ¿Qué se le puede decir a las personas y a las familias que quedan excluidas de esa totalidad?

Visto desde una perspectiva justa, la situación de la sanidad y su repercusión en la sociedad , y más en concreto en los más desfavorecidos, es una cuestión que clama al cielo. Pero lo es mucho más si la contemplamos desde el Evangelio y desde la Doctrina Social de la Iglesia. Esta última, a partir de su principio del bien común, entiende la solidaridad humana en clave de fraternidad y de comunión. Quizás por eso, y no sólo por eso, la denuncia del debilitamiento de la sanidad pública y otros derechos sociales en pro de nutrir otros intereses y valores menos relevantes, e incluso a veces indeseables, es una reivindicación justa, humana y evangélica.

Siempre he pensado que si la Doctrina Social de la Iglesia se conociese más a nivel general, obtendría un respaldo y reconocimiento masivo. Hoy, en este contexto de dificultad social, la Iglesia tiene no sólo la oportunidad sino también el deber de desplegar, mostrar y ejercer su doctrina y compromiso social. Y en eso si que estamos todos a sumar, a hacer posible que una verdadera solidaridad o fraternidad sea la suma de todos.

viernes, 25 de enero de 2013

Convertirse sí, pero ¿en qué?

La fiesta de la Conversión de San Pablo pone de relevancia, un año más, la importancia fundamental de la conversión en la vida de cualquier persona en general y del creyente cristiano en particular. Dada por supuesta esta realidad del auténtico progreso y desarrollo en el ser humano, la cuestión que procede hacerse es la siguiente: ¿Convertirse en qué?

Mirando como ejemplo el relato de la conversión de San Pablo podemos extraer un esquema orientativo sobre las pautas de una auténtica conversión en clave cristiana:

1) Convertirse a Dios. La conversión de San Pablo refleja que hay experiencias intensas, extremas e incluso límites, que se nos muestran como oportunidades de cambio radical conformando de esa manera un antes y un después de quien las vive. Si Pablo pasó de máximo perseguidor a máximo propagador del cristianismo, el creyente vive en algún momento de su vida la experiencia profundamente transformadora de encontrarse con Dios cara a cara y no sólo eso, sino que esa experiencia viene mediada por una circunstancia rotundamente comprometedora. De ahí que la auténtica conversión suscite una inquietante pregunta: ¿cuál es el compromiso fundamental de mi existencia?

2) Convertirse a uno mismo. Cuando Pablo se levanta para seguir su camino hacia Damasco posiblemente una pregunta rondaba su cabeza: ¿quién soy yo realmente? Pablo vive y responde esta pregunta de forma radical (desde la raíz): “Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). Hay muchas formas de entender este planteamiento, pero desde una óptica genuinamente cristológica la vivencia desde Cristo no ha de concebirse como una anulación de la propia personalidad, sino al contrario, como una promoción de la misma hasta extremos de índole escatológica.

3) Convertirse a los demás. En el proceso de conversión quizás el paso más difícil sea el de acoger a los demás y, especialmente, el de dejarse acoger por los otros, especialmente de aquellos que no son tan afines a mi forma de ser y de pensar. Si Pablo tuvo que dirigirse a la comunidad cristiana de Damasco y dejarse interpelar por ellos y su recelo ante su llegada, el creyente en su conversión expresa de forma especial su fe a la hora de apostarlo todo por el futuro al que se abre y en el que pretende volcar toda su vida.

Por todo ello, a modo de conclusión, se puede decir que la auténtica conversión conlleva un planteamiento comprometedor de la propia existencia que promueve la personalidad del creyente en todas sus dimensiones de tal modo que le posibilita abrirse al futuro con toda la confianza de poner en juego la vida entera.

domingo, 13 de enero de 2013

2013: la importancia de la mentalidad

Año Nuevo y el número 13 son dos ingredientes sugerentes para reflexionar acerca de cuáles deben ser algunos de los auténticos fundamentos no sólo de nuestros buenos propósitos sino de nuestro proyecto de vida en su totalidad. Es decir, tanto los propósitos como las supersticiones son irrealidades y ficciones que dejan su realización o su posibilidad de realización a merced de la voluntad y el permiso de quien los enfrenta o se los plantea.

Si para muchos el número 13 es motivo de pesimismo o superstición, lo cierto es que para otra mucha gente lo es de todo lo contrario, aparte de que como toda superstición la obstinación de la realidad deja ver a las claras que las supersticiones sólo pueden subsistir en la mente de los que les conceden credibilidad.

Sin embargo, hay otra razón vinculada a lo ya citado que nos hace descartar radicalmente el presunto poderío de la superstición y esa razón no es otra que la convicción teológica, cristiana, católica de que la historia está abierta y que sus principales capítulos están por escribir. Sea ante la adversidad o ante los acontecimientos favorables, la acción humana (presuntamente libre y responsable) tiene algo que decir -quizás mucho más de lo que cree-.

Ante esta panorámica, ¿será el año 2013 un año proclive al pesimismo o al optimismo? Quisiera decir que es un año orientado hacia el optimismo, pero para que no se quede en una ilusión o en una mera opinión parcial o ventajista, lo mejor es mentalizarse para comprometerse a lograr que esa perspectiva se convierta en realidad.

Siempre es la hora de la mentalidad. Y una mentalidad positiva puede lograr grandes cosas, al igual que una mentalidad negativa puede lograr teñir de sombras el futuro. Por eso, más allá de supersticiones y de otras circunstancias, el 2013 es una invitación a revisar nuestra mentalidad. Estamos llamados a lo positivo y a lo grandioso. Es más, podemos y debemos gritar que ¡nos merecemos algo mejor! El 2013 es el primer campo de trabajo para empezar a hacerlo realidad. ¡Ánimo en el empeño!

sábado, 5 de enero de 2013

Tres reyes, tres regalos teológicos

Como es sabido, si miramos los datos que nos ofrece el evangelio de Mateo, nada se dice ni de que fueran tres (se habla de “unos” magos), ni que fueran reyes, aunque sí se dicen que eran magos. Por eso, mirando al citado relato evangélico sugiero tres reflexiones que pretenden ser teológicas y que, en función del gusto y la sensibilidad religiosa de lector, quizás puedan ser acogidas como regalos.

a) Saber leer las señales y los signos de la vida. Una de las posibles interpretaciones de la condición de magos de nuestros personajes es su conexión con la astronomía. Pero no basta con saber de astronomía para seguir una estrella concreta. Las decisiones importantes en la vida dependen en buena medida del conocimiento, pero no estrictamente, porque quien juega un papel decisivo en la elección libre y consiguiente a dicho conocimiento. Igual que los magos, seguir la estrella es no sólo una cuestión de conocimiento, sino ante todo de lanzarse a seguirla y guiar la vida conforme a ella. En estos tiempos en el que quizás tenemos muchas señales en el camino (incontables como el número de las estrellas), es importante saber elegir la que dará sentido a nuestra vida.

b) Actuar con astucia para afrontar la relación con los poderosos. Saber qué estrella elegir es importante en la vida, pero eso no evita que surjan los obstáculos en el camino. En el caso de los magos de Oriente se encuentran en su camino con la figura poderosa (y corrupta) de Herodes. Ante sus argucias y sus abusos en el ejercicio de su poder para automantenerse en él, los magos escuchan el consejo de un ángel para que esquiven su perverso plan. Cuando en nuestra realidad nos encontramos con gente poderosa que pretende cohibirnos y manipularnos en su propio beneficio, la mejor alternativa es la inteligencia y la astucia. A veces, la mejor manera de evitar un obstáculo es no darle más importancia de la necesaria y saber sortearlo o darse la vuelta para ir por otro camino.

c) Mantener claros los objetivos fundamentales de la vida y los medios para conseguirlos. Cuando esquivamos, sorteamos o devaluamos la importancia de un obstáculo, lo que estamos haciendo en el fondo es saber dar importancia a nuestra persona y nuestras posibilidades para ser como queremos ser. En el caso de los magos, la multitud de señales y sus obstáculos en el camino no les impidieron llegar a Belén para adorar al Mesías y ofrecerle su oro, su incienso y su mirra. Igualmente, en cada episodio de nuestra biografía, la mejor manera de acoger las buenas noticias y de asumir las dificultades es valorarlas en relación con el objetivo fundamental de nuestro proyecto de vida.

Ojalá que los Reyes Magos nos dejen esta noche sabiduría para encontrar nuestra estrella, astucia para afrontar las dificultades y clarividencia para no perdernos ni distraernos del objetivo de ser felices haciendo felices a los demás.