domingo, 13 de julio de 2014

La traición de las creencias

Apelando a la célebre distinción orteguiana entre ideas y creencias, de un modo superficial por querer ser más directo al precio de ser menos preciso, últimamente me llama la atención el daño que algunas creencias de la sociedad actual está causando en personas, hombres y mujeres de carne y hueso. Ortega nos avisa de que recurrir exclusiva y acríticamente a las creencias puede sobrellevarnos a un estado de alienación que degenera en una vida inauténtica (nombre que Ortega da al fracaso y a la inmoralidad).

El bombardeo absolutista al que nos someten ciertas ideologías dominantes hacen pagar un alto precio personal y existencial a personas, entre las que se incluyen gentes con formación y espíritu crítico, que pese a todo ceden al empuje teórico de la ideología aunque la obstinación de la realidad les lanza constantes señales de que la opción adoptada es errónea.

Traigo como ejemplo el caso de la maternidad/paternidad (más el de la maternidad, por razones contemporáneas patentes) y la inmensa cantidad de personas que han hipotecado o sacrificado su proyecto vital en aras de una visión ideológica que por muy atractiva y poderosa que se muestre en lo teórico, acaba haciendo aguas en lo práctico y estrictamente vital. Es cada vez más notorio el número de personas que se lamentan de esta situación: parejas o individuos que apuran sus opciones de ser padres/madres o personas que se encuentran solas o simplemente han sacrificado su vida personal en el altar de su vida profesional, son los casos más frecuentes.

Más allá de esta denuncia, que puede ilustrarse con otros muchos ejemplos, se proyecta otra más profunda que señala a aquellas víctimas de la ideología que de modo consciente o inconsciente, persisten en la defensa vehemente de sus creencias, erigiéndose en portavoces y colaboradores de la misma. Es este caso el ejemplo de la traición de las creencias, pero mucho peor aún, de la traición de uno mismo y de la verdad radical que, como diría Ortega, reside en la vida.

En esas encrucijadas vitales, tiene su frontera preferencial la gracia y en ellas ha de hacerse manifiesta su presencia en la acción evangelizadora de la Iglesia, tal y como ha preconizado la Doctrina Social de la Iglesia.