domingo, 28 de octubre de 2012

¿Se equivocó el papa?

Últimamente da la sensación de que hay ciertos intereses preocupados en involucrar al mayor número de países y grupos en el denominado conflicto de Siria. Por un lado está la crisis de la frontera de dicho país con Turquía y ahora aparece un foco mucho más incendiario: el atentado contra el jefe de inteligencia en Líbano.

Muchas son las posibles reacciones pero una de ellas, dado que esto no es un blog de política internacional, hace referencia al mensaje que el papa dirigió al pueblo libanés hace tan sólo unos meses. La tesis central del mensaje era animar al pueblo libanés, especialmente a los cristianos, a no sucumbir a la tentación de la desesperanza y del recurso a la violencia, a la vez que rezaba porque el conflicto no se extendiera a esa región. Mucha gente recibió al papa y a sus palabras con gratitud y esperanza; pero otros muchos quedaron escépticos ante lo que un líder religioso cristiano podía aportar a la situación política del país.

Sin más rodeos, una pregunta se cierne ahora: ¿Fracasó o se equivocó el papa en su mensaje al pueblo libanés? Por una parte, parece que aquella visita, lejos de mejorar la situación podría haberla tensionado incluso. Por otra parte, el mensaje del papa puede interpretarse como un aviso de algo que de hecho se está produciendo ahora.

Es difícil saber si el papa acertó o se equivocó, pero hay algo mucho más relevante y es que su mensaje deja un inequívoco mandato para los cristianos y en general para la gente de bien del Líbano: Mantened la serenidad, aunque viváis como corderos en medio de lobos. Si alguien está interesado en incendiar el conflicto no puede encontrar en los cristianos el combustible de su maldad. Si lo que está ocurriendo es algo más fortuito, los cristianos han de ponerse a trabajar por la auténtica reconciliación y la paz, aún a sabiendas que su poder no es el mismo tipo de poder que el de las grandes potencias que se ocultan tras el conflicto. Y para saber si el papa acertó o se equivocó, quizás sería bueno poder comprobar si él es el primero de los cristianos que ejerce de modo práctico e inequívoco esta misión, tanto a nivel pastoral como diplomático. Como creyente, estoy convencido de que es así y además rezo porque así sea y por el Líbano y por Siria también.

viernes, 19 de octubre de 2012

Las víctimas del capitán Araña

Se suele a apelar al capitán Araña, cuando uno se refiere a alguien que convence o manipula a otras personas para embarcarlas en un proyecto y luego dejarlas abandonadas a su suerte. Y el caso es que no puede dejar de recordar esta imagen cuando pienso en algunas ideologías, instituciones y planteamientos que tienen bajo su responsabilidad moral la opción de arruinar no sólo sus ideales sino también las vidas de las personas con nombre y apellidos que pueden verse arrastradas por las aristas de la estupidez y del egoísmo humanos.

Por no ser tan críptico y aprovechando la actualidad me referiré al esperpéntico tema del nacionalismo, pero lo que trato de decir sirve para grupos escolares, partidos políticos, sindicatos, parroquias, movimientos religiosos, etc.

Dejando a un lado la toxicidad mediática que rodea al tema del nacionalismo en la polémica artificial que llena minutos de telediario, es importante hacerse dos reflexiones clarificadoras: ¿a dónde conducirá la reinvindicación? (es decir, cuál es el presumible resultado del fin que se persigue), y ¿cuál es el precio a pagar por intentar sacarla adelante? (a saber, medios humanos y materiales que hay que emplear).

Sobre lo primero, basta con decir que ni el éxito ni el fracaso del fin planteado en muchas apuestas nacionalistas tiene visos de ser una opción deseable. Si se logra el fin, en principio parece que sería la antesala a un estado de mayor aislamiento y debilidad pues el gusto a corto plazo de liberarse de algo molesto puede convertirse en un grave error a medio y/o largo plazo. Y esto vale no sólo para lo económico, sino también para lo cultural y otros ámbitos.

Respecto a lo segundo, todo individuo que se presta a invertir, gastar o arriesgar su vida por una ideología debería hacer como mínimo una estimación de las consecuencias personales de su apuesta. Este ejercicio introspectivo debería tener el objetivo de revisar si uno está siendo manipulado o instrumentalizado en pro de objetivos que son los del capitán Araña y ni siquiera de la presunta misión para la que reclutó a su tripulación de valientes o incautos (según se vea). Por ejemplo, esto serviría para manifestantes independentistas, militantes de bandas terroristas y reclutas de fuerzas armadas nacionales (ahora que recordamos el desastre de Annual).

Es por todo esto, por lo que quizás los medios de comunicación, en lugar de ser altavoces de majaderías y barbaridades con afán de alterar el universo mediático, podrían hacer un noble servicio previniendo y avisando a todas las personas que pueden estar en riesgo de ser traicionados por la propia causa a la que desean servir. Si no lo hacen los medios, quizás podríamos confiar en los intelectuales. Pero yo la opción que prefiero es la de que cada cual luche por tener tal nivel de formación que cualquier tipo de manipulación encuentre el serio obstáculo de la libertad y la inteligencia.

jueves, 11 de octubre de 2012

50 años del concilio

El 11 de octubre se cumple el 50º aniversario de la inauguración del concilio Vaticano II. Tal acontecimiento constituye casi con toda seguridad el evento más decisivo de los últimos años y quizás siglos) de la historia de la Iglesia. Como los análisis serán muy numerosos y de mayor calidad de lo que aquí se pueda decir, quizás proceda conformarse con una reflexión desde la gracia, inspirándose en dos aportaciones excepcionales del concilio.

La primera es el espíritu de “aggiornamento”. Si hay un rasgo destacable en la labor conciliar, éste es el espíritu de honestidad y autocrítica que inundó la Iglesia, traduciéndose en la firme y determinada voluntad, aunque no exenta de obstáculos, de ponerse al día para poder ser fiel a su misión y llevar el evangelio en clave de servicio a todo el mundo. Es por ello que quizás el concilio nos sigue retando hoy a preguntarnos hasta qué punto hemos atendido a esta llamada de “actualización servicial” tanto como cristianos de a pie, bien como Iglesia institucional y asamblea llamada a celebrar, vivir y transmitir la salvación.

La otra aportación se refiere a la capacidad de estar abiertos a la novedad y a la sorpresa de la vida, en general, y de Dios, para el creyente en particular. Todo el que conoce la forma de gestarse el concilio Vaticano II sabe que supuso una grandísima sorpresa incluso para quienes estaban situados en puestos de decisión muy relevantes en la Iglesia. La propuesta de Juan XXIII fue un desafío al acomodamiento, a la monotonía y a la apatía en 1962 y vuelve a ser hoy, 50 años después, un aguijón espiritual que redinamice muchos apostolados y actividades eclesiales, tanto extra-ecclesia como al interior de la propia comunidad. Del mismo modo, hoy el concilio es también un fogonazo de nuestra experiencia de Dios que es capaz de renovar nuestro ser cristiano tanto por dentro como por fuera.

50 años después de la inauguración del concilio, sigue siendo válido trascender las discusiones teóricas y dar el auténtico valor a las vivencias prácticas y espirituales que emanan de su auténtica riqueza teológica. Es, quizás por esta razón más que por otra, justo y necesario que se celebre y demos gracias por la gracia que por mediación del concilio se derramó y se derrama sobre la Iglesia y sobre el mundo.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Francisco de Asís,inspirador de la humanidad

La figura de San Francisco de Asís sigue siendo una referencia de convivencia, justicia y paz para muchas personas, especialmente para quienes encuentran en el Evangelio vivido al estilo franciscano una inspiración para sus vidas. Por eso, hoy me atrevo a invocar su figura como modelo de diálogo y espiritualidad para encarar estos tiempos de crisis. Para ello, recurro al esquema de su famosa oración, aderezada con algunas modificaciones:


Oh, Señor, hazme un instrumento de tu justicia.
Donde haya miedo, que lleve yo la fe.
Donde haya discordia, que lleve yo el consenso.
Donde haya rencor, que lleve yo la misericordia.
Donde haya impaciencia, que lleve yo la comprensión.
Donde haya confusión, que lleve yo el criterio.
Donde haya desesperación, que lleve yo el coraje.
Donde haya sinrazón, que lleve yo el sentido.

Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto

llevar la razón, sino buscar la verdad;
ser luz, sino reflejo de la luz;
ser autocomplaciente, como vivir abierto a la gracia.

Porque es:
arriesgando, que se vive intensamente;
luchando, que se consiguen los sueños
orando, que se escucha el latido de Dios en cada suceso de la vida.

Amén.