jueves, 23 de agosto de 2012

Los domingos del verano

La estampa de unas personas mayores solitarias y soportando el calor hace inevitable que me venga a la mente y a las entrañas la enorme vulnerabilidad que experimentan muchos ancianos. A sus achaques de salud se les unen dificultades como el calor y la falta de movilidad que les deja, en muchas ocasiones, fuera de los planes cotidianos y de veraneo. Para algunos ancianos, la presencia de tiempos festivos, familiares y/o de descanso se convierte en una dura manera de comprobar que la soledad que les acompaña es de la mala, es decir, impuesta por factores que no siempre son consecuencia merecida por sus acciones y decisiones en otros periodos de su vida.

Sólo las fiestas de Navidad se pueden equiparar a estos domingos de verano como un termómetro personal, familiar y social en el que uno puede evaluar cómo marchan determinadas dimensiones de nuestro proyecto de vida.

Nos guste o no, el ser humano requiere de los hitos del tiempo como indicadores y evaluadores de nuestras relaciones y de nuestra felicidad. Cuando somos jóvenes podemos caer en la tentación o en el error de huir de las señales que la vida nos ofrece, distrayendo nuestra mente y nuestra conciencia con actividades ad hoc. Por eso verano y ancianidad me evocan hoy un contexto temporal que muestra que, a veces, no es posible huir de la realidad como en las tardes de verano donde ningún amigo rondaba por la ciudad y el tiempo se hacía eterno. También los ancianos nos muestran que saben más por su longevidad que por otras cosas, así que me atrevo a elevar una petición de atención a los ancianos y a nuestra propia forma de vivir para que este tipo de situaciones se reduzcan notablemente. Se trata de una especie de simbiosis ética y humanista: si los ancianos hacen bien su papel, pueden ayudarnos a los que venimos por detrás, si los jóvenes hacemos lo que nos corresponde, nuestros abuelos podrán no sólo vivir y descansar como merecen sino emplearse más en la difícil tarea de señalar los detalles buenos y malos de algunos rincones de la vida por los que ellos ya han pasado.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Arde sobre quemado

Las noticias del verano posponen la gravedad de los datos macroeconómicos y sus perversas consecuencias en las realidades microeconómicas para dar lugar a otro tipo de noticias más estacionales. Entre ellas, un tema estrella son los incendios forestales que parecen asolar nuestro ya de por sí seco y árido paisaje.

Sin ser un asiduo seguidor de los noticieros ni un experto en incendios forestales, me llama la atención que haya regiones de nuestro país que son más habituales en este tipo de incidencias. Incapaz de poder determinar las causas, sí me atrevo a plantear una solución que por falta de procuración me temo que denota cierta ineficacia, no poca estupidez y, quizás, un mucho de negligencia.

En concreto me refiero al caso de las islas Canarias, las islas llamadas “afortunadas” que, teniendo por ventura un ecosistema y un clima privilegiados, parecen ser unas islas “desgraciadas” porque su principal activo patrimonial sufre daños ecológicos un año sí y otro también, sin que parezca afectar a la inteligencia y a la honradez de políticos nacionales y regionales que, por ejemplo, siguen sin invertir en la adquisición de un hidroavión para las islas.

Hay cosas que no se entienden sin tener que pensar cosas raras. Pero hechos ta reincidentes y tan nocivos exigen una respuesta más seria y eficaz, porque no consuela nada, sino que por el contrario irrita más aún, que en una tierra tan preciosa y querida como la canaria, hace tiempo que arde sobre quemado.

martes, 7 de agosto de 2012

La conexión mística con Domingo de Guzmán

A la hora de investigar sobre la biografía de Domingo de Guzmán, con frecuencia se han exagerado algunos de los momentos que predominan en su trayectoria vital: especialmente su juventud en Castilla, su etapa en el Mediodía francés y su condición de fundador de la Orden de Predicadores. Sin embargo, me parece decisivo considerar toda la vida de Domingo como un proceso global que tiene por objetivo fundamental la búsqueda incansable de Dios. Y es que, en mi humilde opinión, y en clara sintonía con la tradición dominicana, al igual que ocurre con Dios, lo más interesante de la figura de Domingo es lo que aún desconocemos de su vida pero anhelamos no sólo conocer sino también vivir.

En este momento de mi propia biografía, cuando me preguntan quién es Domingo de Guzmán para mí, la mejor respuesta que se me ocurre es que Domingo es una propuesta apasionante para buscar y, sobre todo, para vivir a Dios.

Echando un vistazo a cada momento de la biografía de Domingo encuentro un elemento común que puede resultar especialmente explicativo. En todos los momentos de su vida, Domingo se siente y actúa como un infatigable buscador de Dios. Digo esto porque entre disputas acerca de si en el primer dominico predomina la vida contemplativa o la vida activa, en realidad lo que ejerce un papel de motor espiritual es una vertiente mística que antepone por encima de todo su relación con Dios, ¡incluso lo que parecía que era su vocación! No se olvide que Domingo va renunciando poco a poco a su sueño de ir a predicar a tierra de cumanos, aparte de tener que dejar su cómoda vida en la catedral de Osma y otras cosas.

Con esto no pretendo decir que el nombre de Santo Domingo deba ser incluido en la lista de místicos “oficiales”. Tan sólo pretendo hacer notar que la mística es un factor esencial para entender quién fue y quién puede ser hoy Domingo para nosotros. Si Domingo es predicador de la gracia, lo es porque experimenta místicamente tal gracia; si ora y se entrega por su prójimo -especialmente por los pobres pecadores-, lo hace porque vive su compasión no como mera solidaridad sino de modo profundamente místico; si funda una institución para legarle el tesoro de su carisma, lo hace desde la confianza mística de que si no es algo de Dios no perdurará de modo fecundo; pero, sobre todo, Domingo acepta e integra lo que la vida le propone porque es capaz de asumirlo y celebrarlo desde su relación mística con Dios.

Hoy, casi ocho siglos después, la propuesta de Domingo sigue viva. Y esta propuesta es un estímulo y un aguijón espiritual para mí por dos razones poderosas: la primera porque los frutos del árbol de la gran Familia Dominicana no serán fructíferos si sus ramas no son capaces de recibir, apreciar y aprovechar esta savia mística; y la segunda es incluso más relevante pues esta dimensión mística demuestra su vigencia en su conexión con lo que yo mismo vivo en mi realidad que me pide una palabra de gracia para explicar su sentido desde Dios. Si el Bautismo nos convierte en “alter Christus”, la profesión, la promesa o la simpatía dominicana nos convierte místicamente en “alter Dominicus”, revelando así otra dimensión de lo que Y. Congar OP expresó genialmente como sentirse “ontológicamente dominico”.

Agradezco esta invitación a escribir sobre quién es hoy para mí Domingo de Guzmán, pues ha hecho rebrotar en mi entraña dominicana una invitación aún más grandiosa: la de esforzarme más por alabar, bendecir y predicar la vida evangélica al estilo dominicano como búsqueda mística de Dios.

¡Feliz día de Santo Domingo!
 
Este texto ha sido escrito a partir de una invitación a participar en la web del monasterio de las dominicas contemplativas de Santa María la Real en Bormujos (Sevilla).