jueves, 28 de febrero de 2013

La Pasión, su último secreto

La cuaresma nos ofrece este año 2013 de la mano de Producciones Narea una atractiva puesta en escena de laPasión de Cristo, bajo el sugerente título de “su últimosecreto” que se desarrolla según tres invitaciones no menos sugerentes: Vivirás con Él, morirás con Él, resucitarás con Él.

De esta obra se pueden extraer dos observaciones reseñables. La primera es el meritorio empeño de hacer una interpretación de un texto por el que no pasan los siglos pero que no goza de toda la aceptación que algunos prejuicios que pretenden imponerse en la actualidad. Que unos artistas y unos productores arriesguen con este planteamiento no puede catalogarse sino de osado y desafiante. Vaya desde aquí mi enhorabuena y mi gratitud por la iniciativa.

La segunda, es una observación que realizo desde el conocimiento del impacto que la representación ha causado entre los alumnos de mi colegio que han asistido al teatro para verla. Como además me consta que este impacto ha trascendido a otros grupos escolares y que ha sorprendido y agradado positivamente a los miembros del elenco, no sólo me congratulo por ello sino que felicito a todas aquellas personas que han hecho todo esto posible.

En medio de un tiempo en el que no es ni mucho menos fácil encontrar una profunda relación entre arte y cristianismo, iniciativas como la de Producciones Narea son un aliciente y una oportunidad que, como no sólo se ofrece al ámbito escolar sino a todos los públicos, merece ser aprovechada y promovida en el presente y en forma de otras producciones similares en el futuro.

lunes, 25 de febrero de 2013

Toni Cantó y lo políticamente correcto

Un titular de prensa pone al lector en alerta acerca de una noticia de presunto interés informativo. Sin embargo, más allá de la realidad lo cierto es que quizás debería plantear el asunto como unas declaraciones (además en redes sociales) de un político célebre por su actividad extrapolítica, sobre un tema polémico (la violencia de género) que es demasiado importante como para reducirlo a inagotable combustible polémico, y en un contexto y unas formas que no coinciden ni por asomo con lo que, ¿hipócrita o sutilmente?, se suele llamar “lo políticamente correcto”.

Sólo este simple vistazo debería servir para reflejar el fondo, las formas y los aderezos con los que la sociedad maneja determinadas problemáticas y situaciones. Del fondo, vuelve a quedar puesto de manifiesto que si quieres ser “aniquilado mediática o socialmente” sólo tienes que intentar procurar hacer el mas mínimo intento de argumentación sobre un tema candente y el resto lo hará la marabunta. Desde ese momento, la verdad (si es que alguna vez importó) se echa a la cuneta para dejar el camino expedito a la forma. Una forma en la que cualquier táctica que no contemple ni lo racional, ni lo razonable, ni mucho menos lo respetuoso, no tiene la más mínima opción de sobrevivir ante la exitosa opción del grito, la interrupción, el aplauso postizo y la demagogia que apela a teclas demasiado fáciles de pulsar.

De los aderezos, sólo con pensar que una frase, una mueca o una mala idea de alguien (incluso de uno mismo) puede ser la indispensable carnaza para que las pirañas y los leones anónimos de la masa que opina en lugar de meditar, que juzga en lugar de escuchar y que pulsa botones en lugar de buenos sentimientos, pueden ser más que suficientes para que lo amarillo (nótese que no he optado por otros colores más “simbólicos”) pueda ser verde y no ser verde a la vez y viceversa.

Andemos con cuidado en este mundo aparente empeñado en alabar cada día la advertencia del mito de la caverna de Platón, porque los peligros que afrontamos son sólo los reales. El problema es si son más reales los peligros que considero como tales u otros más sutiles y lesivos que, con perdón por la “tibieza”, podemos denominar los peligros presuntos aparentes.

jueves, 14 de febrero de 2013

El eco del papa

La noticia de la renuncia del papa, aparte de un trocito de historia, ha dejado un montón de aspectos reseñables. Sin embargo, hay uno que me ha llamado bastante la atención: la capacidad mediática que tiene la Iglesia y la figura del papa en los medios. Se puede decir en cierta manera que, aunque no se admita con facilidad, muchas de las cosas que dice la Iglesia y el papa tienen eco directo e indirecto en la sociedad.

Es cierto que este eco puede resonar desde el cristianismo (fe y religión cristiana) o bien desde la cristiandad (ropaje y contexto social, político y cultural que se ha ido incorporando al cristianismo a lo largo de la historia), pero la reacción de los medios de comunicación y de la opinión pública refleja que la referencia de la Iglesia es real.

Entre esas referencias, una de las más evidentes es la referencia moral o de autoridad. Sea para criticarla, para escucharla, para sentirla presente, la referencia eclesial, en general, y papal, en particular, es una referencia moral que se ha puesto de manifiesto en estos días.

En concreto me refiero a la proporción inversa que se ha manifestado estos días entre la aparente aceptación de lo que representa el papa y la Iglesia y la repercusión social y periodística que ha adquirido.

Y es que, de alguna manera, todos demandamos referencias y también podemos ser referencias. Esta evidencia no puede ser infravalorada ni por la Iglesia, ni por el papa, ni por quienes se contrastan con ella aunque se perciba desde el cristianismo, o aunque se perciba desde la cristiandad. Y esto es lo que no puede olvidar la Iglesia: que la eficacia y la presencia de su evangelización se muestra aceptable y válida desde la conexión con lo más profundamente humano. Y en eso, en estos días, puede que haya resonado con mayor fuerza el eco del gesto del papa.

lunes, 4 de febrero de 2013

Escrutando los designios de Dios

Tal y como escuchaba en el sermón dominical de este domingo, las lecturas del evangelio nos hablan de la toma de conciencia mesiánica, profética y vocacional de Jesús respecto al Padre. Esa toma de conciencia requiere de la implicación, de la interpretación espiritual y de la voluntad decidida de Jesús.

De modo análogo, el creyente realiza esa toma de conciencia y la vive y la asume con la máxima honestidad posible sin incurrir en posiciones interesadas o ideológicas.

Esta dimensión fundamental de la fe me recuerda hoy, días después de la jornada de vida monástica, una curiosa anécdota que ocurrió hace unos pocos años en un monasterio de monjas contemplativas durante la visita de su superior. Ante la crisis espiritual y vocacional del monasterio, una de las religiosas del monasterio se autojustificó ante su visitante esgrimiendo un argumento infantilón. “Estamos tranquilas porque sabemos que Dios no va a dejar que este monasterio desaparezca”. A lo que el superior, con cierta sorna, le replicó: “No esté tan segura. Recuerde que permitió que crucificaran a su propio hijo”.

Y es que a la hora de escrutar los auténticos designios de Dios, junto a la opción sincera y teologal, siempre coexiste la tentación de hacer decir o hacer a Dios lo que uno quiere que haga. Y eso, aparte de absurdo e ingenuo, es sencillamente imposible.