lunes, 14 de noviembre de 2011

Jesús y Abundio

La técnica me ha jugado una mala pasada y el mero hecho de tener cosas más prioritarias que enfrentarme a ella, han conseguido que el ritmo de entradas de estas últimas semanas haya sido casi ínfimo. Pero, precisamente, esta cuestión de las prioridades aparece como un guión esencial de los evangelios que salpican los últimos domingos del año litúrgico que estamos a punto de cerrar.

Las llamadas a ser sabios, a permanecer vigilantes y a estar atentos a lo realmente importante de la vida son frecuentes pero no siempre bien escuchadas y atendidas por aquellos a quienes, a veces sin siquiera sospecharlo, podría venirle más que bien. Al fin y al cabo, ¿a quién no le viene bien un buen consejo? ¿A quién no le viene bien que se le interpele para aprovechar de verdad lo importante de la vida?

En esta línea, Jesús de Nazaret nos insiste en ser prudentes y no necios, en aprovechar nuestros talentos y en estar pendientes y atentos a las necesidades de los demás. Sin embargo, esta sabiduría tan honda no suele calar con la misma rapidez y eficacia que otros mensajes apoyados en campañas o recursos publicitarios y propagandísticos. Donde lo material, lo estrictamente económico, lo insustancial y lo colateral campan a sus anchas, debería ser el reino de lo espiritual, de la economía al servicio del hombre y de la ética y, por consiguiente, de lo realmente sustancial y central de la existencia humana.

Como quiera que las cosas o los aspectos más importantes y relevantes de la vida no pueden delegarse en esloganes y resplandores manipuladores, invito a escuchar (aunque sea de modo amplio) este mensaje de Jesús con la confianza de que estamos ante una pauta trascendental para nuestra existencia y nuestra felicidad. Si, por casualidad Jesús no fuese una referencia estimable, sugiero que se haga en nombre de la sabiduría popular pues no atender este tipo de solicitudes es de necios, por no decir de tontos. No vaya a ser que como dice un refrán o dicho, no vayamos a ser más tontos que Abundio, que vendió el coche para comprar la gasolina.

1 comentario:

  1. Pobre Abundio...lo tenía todo...jejejejeje
    Un besito,
    Marta

    Pd, me gusta tu blog :)

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