martes, 24 de julio de 2012

Cristiandad y cristianismo

Mi experiencia me dice que no es frecuente que el común de los mortales conozca una sutil pero importantísima distinción que evitaría muchos berrinches y también algunos disgustos. Tal distinción -que mucho más que terminológica- se refiere a los términos 'cristiandad' y 'cristianismo'. El primer hace referencia al envoltorio cultural, político, económico y social que rodea al segundo término que se refiere a la religión y a la fe que profesan los seguidores de Jesucristo, al que confiesan como su Dios y salvador.

En defensa de los que ignoran tal distinción hay que argumentar que ambos conceptos aunque autónomos son difícilmente separables pues su interrelación es de tal magnitud que pueden mutar la una en la otra sin que muchos reparen en tal metamorfosis, nociva, por cierto, a todos los efectos.

Lo más curioso del asunto es que, una vez más, esta confusión es más comprometida para los cristianos que para los demás, pero parece resultar más molesta a otros grupos o individuos que a los principales afectados. Esto es así, no sólo porque si el cristianismo se confunde con la cristiandad no sólo estará irrumpiendo en un terreno muy fangoso sino que, seguramente, estará abandonando su terreno propio, es decir, aquel que le compete en toda su magnitud y donde puede ser más fecundo.

Esto es más visible si concretamos el problema en la Iglesia. Por ejemplo, la Iglesia tiene que ver con lo sindical pero no puede actuar como un sindicato, le afecta e influye en la política pero no puede ser un partido político, interactúa con la cultura pero no puede ser una simple institución de mecenazgo, etc. Igualmente esto es un problema para los críticos de la Iglesia, si bien -insisto- para ellos lo es en segunda o tercera persona, lo cual introduce una perspectiva distinta (ni mejor ni peor) en la comprensión del problema.

De todo ello se deduce que el cristianismo tiene que interactuar con la cristiandad. No es una opción negociable. Es así y por tanto lo mejor es aceptarlo con la mayor madurez posible y sabiendo que si lo hace bien será fiel a sí mismo y si lo hace mal será una caricatura de sí mismo. Así que lo mejor es que el cristianismo y sus instituciones vivan con personalidad basándose en sus principios fundantes y básicos, lo cual le permitirá aceptar con mayor libertad las críticas, esto es, escuchando las ajustadas a razón y resbalando sobre las basadas en topicazos e ideas preconcebidas.

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