viernes, 16 de enero de 2009

Ecumenismo: la gracia de la unidad

La palabra ecumenismo (procedente del griego ‘oikoumene’, que significa ‘casa habitada’) puede tener una interpretación amplia y otra más estricta: la primera hace referencia al diálogo entre las distintas religiones, por lo que solemos referirnos a ello como ‘diálogo interreligioso’; por su parte, la segunda está relacionada con el diálogo entre las diversas iglesias cristianas.

A este segundo sentido hace referencia la Semana por la unidad de los cristianos, que como es tradicional se celebra entre los días 18 y 25 de enero, fiestas de la Confesión de San Pedro y de la Conversión de San Pablo, respectivamente. Pero el ecumenismo es algo más que un movimiento institucional. Es un desafío para los cristianos –o “una obligación sagrada”, en palabras del cardenal Kaspers-, que ha de afrontarse con determinación, pese a que España sea un país en el que la magnitud del desafio ecuménico no sea tan notable como en otros lugares.

Quizás por eso, uno de los principales impulsores católicos del movimiento ecuménico en y tras el Concilio Vaticano II, el dominico Yves M. Congar OP, describió el ecumenismo "como un órgano con cuatro teclados y con muchos registros. El ecumenismo va todo él dirigido hacia el futuro, hacia el Reino, pero mantiene su referencia a la Escritura y a la tradición, a la vez que revisa nuestras antiguas querellas tomadas desde sus raíces. Se centra en la unidad de la Iglesia y en la unidad de la humanidad. Es teológico y práctico, doctrinal y secular, espiritual y sociopolítico. No debe restringirse su ambición (...) No cabe pensar en el ecumenismo sin tener en cuenta la tensión entre lo personal y lo institucional. La historia enseña, sin embargo, que la primacía recae al principio sobre el individuo, sobre los pioneros del ecumenismo, hombres carismáticos que con una visión profética emprendieron la andadura ecuménica antes de que éste tomara formas propias de lo 'institucional’".

Los cristianos tenemos una deuda con la labor concienciadora que, durante más de un siglo, ha llevado a cabo la Semana de Oración por la unidad de los cristianos. Este año vuelve a hacerlo bajo el lema “Estarán unidas en tu mano”, tomado de la profecía de Ezequiel, quien realizó el gesto de unir dos leños ante el pueblo elegido, que es hoy reinterpretado como una alegoría de la situación de los cristianos. El profeta junta dos leños a modo de trozos de una vara de mando rota, que el Señor le ordena al profeta unir en su propia mano como signo para la casa de Israel mostrando así que su gracia está por encima de sus pecados, sus infidelidades y sus idolatrías (Ez 37,15-28).

Este texto bíblico está en sintonía con el Proemio del decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II, ‘Unitatis redintegratio’ que propone medios y caminos a todos los que invocan al Dios Trino y confiesan a Jesús como Señor y Salvador, individualmente y reunidos en asambleas., para que puedan responder a la vocación y a la gracia divinas. Así, las pautas para la oración en este octavario por la Unidad son:

Domingo 18: Oración por las situaciones del mundo donde la reconciliación es necesaria, y por el papel que la unidad de los cristianos puede jugar en su favor.

Lunes 19: Oración para que la paz triunfe sobre las guerras y la violencia, y para que, los cristianos puedan aportar la reconciliación que está arraigada en la esperanza.

Martes 20: Oración sobre la fuerte disparidad entre ricos y pobres.

Miércoles 21: Oración para que juntos podamos proteger las maravillas de la creación que Dios nos confió.

Jueves 22: Oración para que cesen los prejuicios y las discriminaciones en nuestras sociedades de hoy.

Viernes 23: Oración por los que sufren y por todos los que les asisten.

Sábado 24: Oración por el pluralismo y la unidad en Dios.

Domingo 25: Oración para que las bienaventuranzas aporten su espíritu a este mundo.

Que el Espíritu Santo inspire nuestras oraciones y nuestras acciones ecuménicas para transformar el escándalo de la división de los cristianos en la fuerza de la unidad que testimonia la gracia de Dios en comunión con su expresión en el Hijo: ‘Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo el mundo creerá que tú me has enviado’ (Jn 17,21).

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