viernes, 10 de julio de 2009

Hacerse el insular

Llegan los tiempos de vacaciones, más o menos merecidas. Los desplazamientos impiden afrontar algunos proyectos (esperemos que este blog no se resienta en exceso en su ritmo vacacional) pero permiten encarar otros.

Uno de los destinos más típicos son las islas. Para quienes no somos insulares, sino continentales (o al menos peninsulares), llegar a una isla produce una sensación extraña, pues no estamos acostumbrados a vivir viendo agua por todas partes. De hecho, la palabra “aislado” supongo que viene de “isla”.

En estos días de vacaciones, podríamos –espiritualmente hablando- aspirar a hacernos los insulares. Es decir, a vivir como si viéramos, no agua en este caso, sino a Dios por todas partes. Y no hablo de aislarse por aislarse sino de un aislamiento espiritual: es decir la contemplación.

Tras tantas semanas y tantos meses de actividad frenética, las vacaciones –aunque parezcan mentira- debieran ser un oasis espiritual en el que refundar y revisar la consistencia de las razones esenciales de nuestra vida para poder volver al ritmo cotidiano con bríos renovados.

El mismo mar que nos permite recogernos en nosotros mismos para rastrear las huellas de vida, es el mar que nos estimula a ir siempre más allá, pues su presencia nos inquieta y nos habla de tender puentes y de explorar horizontes nuevos. He aquí cómo la contemplación nos devuelve a la acción, que fue la que nos trajo hasta la primera.

Al igual que el continental se siente extraño en el entorno insular, el isleño se siente del mismo modo en el continente. Sin embargo ambos están unidos por ese mar que le hace entenderse a cada cual según donde es o está y le provoca a conocerse mejor saliendo al encuentro de los otros, arriesgándose a mostrarse tal y como es, aportando así su ser.

Insular y continental, yo y lo/s otro/s, contemplación y acción. Lo bipolar, lo simbólico nos habla de lo profundo y de lo sencillo. Todo hombre que quiera vivir y entender la vida con la máxima plenitud posible ha de estar dispuesto a adentrarse por esta senda. Por eso algunos grandes hombres también nos han hablado de esto. Desde lo más sencillo, como Newton y el principio de acción-reacción, y desde lo más profundo, como Santo Tomás de Aquino con su ‘contemplata aliis tradere’ (o es más perfecto transmitir lo contemplado que simplemente contemplar).

1 comentario:

  1. Como siempre, una reflexión de lujo para estos días. Es cierto que es el mar el que nos rodea, por todos lados. Es el mar el qeu nos interpela, cuestiona, mira y admira. Es el que nos ofrece un espejo en el que mirarnos para descubrir nuestra esencia acuosa que anhela desde el principio el retorno a "el/la" mar.

    ResponderEliminar