domingo, 5 de julio de 2009

Jugar con los sentimientos

Hace algunas entradas me fijé en una canción que está obteniendo un éxito impresionante en esta primavera-verano, especialmente entre el sector femenino. Mentiría si dijera que se veía venir, pero ahora, a posteriori, podría decirse que perfectamente lo podríamos haber visto venir. La canción –“Colgado en tus manos”- y uno de sus intérpretes –Carlos Baute- son el reclamo publicitario para animar al personal –como si el personal necesitara muchos ánimos para esto- a comprar en las maravillosas rebajas -¡este año mejores que nunca!- de unos grandes almacenes.

Sin entrar a valorar cuestiones como los valores y la imagen que desprenden estos anuncios o el tiempo que debería tardar en dimitir el asesor de imagen –“poco chévere, my darling”- del señor Baute, creo que este anuncio –como todos, es verdad- juega descaradamente con los sentimientos.

Todos sabemos que los sentimientos no son ni buenos ni malos, simplemente son. Nadie elige los sentimientos que tiene. Eso sí, lo que si podemos orientar hacia el bien o el mal, es decir hacia lo moral o lo inmoral, es el uso o el efecto que se desprende de esos sentimientos. Dicho de otra forma: los sentimientos pueden ayudarnos o confundirnos, pero aunque no los elegimos nosotros, lo que sí podemos hacer es orientarlos de forma que nos ayuden lo máximo posible y nos confundan o perjudiquen lo mínimo posible.

Aunque mi queja -¿tendremos que acostumbrarnos a que cualquier sentimiento, ideal o compromiso esté abocado a ser manipulado vilmente (al servicio del poder, el dinero, etc.)?- no tiene el más mínimo viso de encontrar un eco inmediato, siempre nos quedará, como a Boecio, la consolación de la filosofía, en este caso más concreto, de la ética.

Y lo que la ética nos puede sugerir es que es distinto darse la buena vida que aspirar a una vida buena. Y por eso tenemos que ser inteligentes y saber que también es distinto jugar con los sentimientos que poner los sentimientos en juego. Ante dos extremos peligrosos para los sentimientos, el sentimentalismo que los exacerba y el racionalismo que los reprime y los niega, hoy podemos recurrir con mayor naturalidad a la inteligencia emocional. Ella nos ayuda a controlar los sentimientos cuando es necesario y a emplearlos a flor de piel cuando la situación lo requiere.

Utilicemos el recurso de la inteligencia emocional –también en nuestras compras-, sabiendo que estamos llamados a vivir la vida con sentimiento, a ser felices, conscientes de que en esto y en la autenticidad de nuestra personalidad no podemos admitir de ninguna manera ningún tipo de “rebajas”.

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