lunes, 29 de junio de 2009

Last minute

Vanidad de vanidades. Estamos de paso por este mundo y pese a que lo sabemos siempre tenemos que capear con dos manías: la primera, pensar que eso no me va a tocar a mí (ni a los míos) y la segunda integrar, como seres necesitados de dar sentido a las cosas, las experiencias fuertes de la vida en nuestra cosmovisión y en nuestra forma de vivir la vida. Así pues, no me digas qué piensas de la vida; ¡dime cómo la vives!

Teoría y práctica no siempre se llevan bien, aunque con una buena teoría es más probable que podamos desarrollar una buena práctica. Sin embargo, la teoría expresada en forma de ideas siempre es proclive a mutar en ideología, llevándonos al error de pensar que la vida se acabará adaptando a mi forma de verla y no al revés. Este idealismo -que alcanzó unos de sus momentos más álgidos con Hegel- ya fue denunciado sarcásticamente por Unamuno -en Del sentimiento trágico de la vida- al dibujar muy gráficamente la situación. Para Don Miguel el filósofo alemán a la hora de diseñar un cañón primero realizaba el agujero y luego lo cubría del acero de sus ideas.

Las últimas noticias del mundo del espectáculo nos han dejado dos casos similares pero con sutiles diferencias. Hablo de los casos de la actriz Farrah Facewt y del cantante Michael Jackson. En el primer caso, la actriz tuvo tiempo de decir sí en su lecho de muerte a la propuesta de matrimonio que le realizó su pareja durante muchos años (décadas si no me equivoco). Y aunque al final creo que no ha dado tiempo a cumplir la promesa, sus días han acabado con un gesto positivo y de afirmación de lo bueno de la vida, más allá de los errores, de las hipocresías y de las contradicciones en las que incurrimos. En el caso de Jackson, la muerte le ha sorprendido en uno de los múltiples momentos en que podía haberle sobrevenido ya que su trayectoria parecía haber tomado el rail de la inercia y del dejarse llevar dejando sólo lugar para mostrar algunos ramalazos del impresionante talento que atesoraba.

Siempre he defendido que un gesto, una palabra, una mirada o cualquier otra expresión humana puede justificar toda una existencia. Tras una vida miserable, con múltiples problemas y todas las fatalidades que se pueda uno imaginar, creo firmemente que la condición humana -repito, necesitada de sentido y orientada a la esperanza- es capaz de encontrar el más mínimo atisbo de luz en el más oscuro de los túneles. Y en la vida, que muchas veces se parece al fútbol juego que no negocio, se puede encontrar el sentido “en el último minuto y de penalti injusto”.

Las cosas no son como empiezan sino como acaban. Hayan ido más o menos bien o rematadamente mal, los gestos y los detalles finales tienen mucho que decir en el sentido de nuestras historias. Jesús de Nazaret nos da ejemplo de ello con la Última Cena. Tras mucho predicar, sanar y dar ejemplo, su principal gesto es una muestra de fe, amor y esperanza hacia todo lo que puede contribuir a instaurar definitivamente el Reino de Dios.

La vida es un viaje que se intenta planificar lo mejor posible, que se desarrolla según una serie de avatares y que se justifica por una serie de vivencias que le dan sentido. En los últimos tiempos podemos recurrir con mayor facilidad que antes a las ofertas “last minute”. En ellas podemos encontrar, cuando todo parecía perdido, una posibilidad de hacer un viaje que resulte maravilloso. En un sentido más existencialista y escatológico, este símil puede reflejar lo mismo para el viaje de nuestra vida. Parece ser que la señora Facewt lo supo ver y que el señor Jackson no. Como eso es difícil saberlo con exactitud, encarguemonos de que nuestra existencia sea un viaje lo más dichoso posible. Cada minuto de nuestra vida cuenta. Es más, cada minuto de nuestra vida debería ser vivido como un “last minute”.

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