Una de las características que, en mi
opinión, mejor refleja el salto entre generaciones radica en la
ingenua manía de muchos jóvenes de tomarse muchas cosas a broma, no
sólo demasiadas, sino también algunas absolutamente improcedentes.
En ello hay otros dos factores que tampoco me despiertan mucho
entusiasmo: uno me dice que a través de un humor simple y rancio se
venden mensajes e ideas absurdas o incluso nocivas que se aceptan de
modo aséptico; la otra me dice que no necesariamente la generación
más adulta goza de un peor sentido del humor, lo cual es, como
mínimo, digno de reflexión.
A pocas horas de la muerte de Luis
Aragonés, persona y personaje con el que he simpatizado por razones
diversas desde muy joven, y tratando de superar la hipocresía y la
exageración con la que se ha informado durante estos días de su
vida y milagros, me ha venido a la memoria un suceso de
ejemplarizante recuerdo sobre aquellas cosas que se pierden entre
risas enlatadas de un espectáculo televisivo y la frágil memoria de
quien ni quiere ni puede acordarse. Pues bien, sirva esta breve
ilustración para recordar y recordarme que lo importante ni es
motivo de broma ni es digno de ser olvidado.
Veamos el escenario de la realidad y la
apariencia o de la seriedad y la broma: cuando el asunto consistía
en afrontar con seriedad y profesionalidad un proyecto que, el tiempo
mostró que era muy importante para la sociedad, el presunto
humorista procede a la facilona tentación de hacer sangre de una
situación ventajosa e incidiendo en la falacia ad populum de hacer
parecer gracioso lo que no es sino falso, inmoral y dañino
(anteponer la vanidosa y mediática voluntad de un futbolista
caprichoso frente al proyecto colectivo de un grupo humano liderado
por alguien que sabía y decía saber lo que había que hacer para
conseguirlo). Y, mira por donde, el tiempo y el logro del objetivo
valioso demostró que la bromita pasa y lo importante permanece, si
bien podría haber ocurrido en sentido inverso y ni siquiera hoy
acordarnos de ello. Para ilustrarlo, aquí adjunto vídeos del
suceso (Vídeo 1) (Vídeo 2).
Alguien pensará que me he puesto muy
criticón, pero esta última lección de Luis Aragonés no la voy a
dejar pasar en balde. Lo importante se defiende ante y contra todo,
con veracidad, yendo de frente, aguantando mecha pero sin desfallecer
en el aliento de recordarse a uno mismo que se puede y que es tu
deber luchar por sacar adelante aquello que crees importante. Y hoy,
recordando la semblanza de Luis Aragonés me satisface pensarlo y
escribirlo, pero sobre todo recordármelo a mí mismo para que, por
si acaso, se me iba a olvidar, ya no se me olvide nunca jamás.
¡Gracias, Luis!
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