domingo, 5 de diciembre de 2010

Jesús de Nazaret y Star Wars

La llegada del Adviento nos ofrece, de nuevo, la oportunidad de profundizar en la íntima conexión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, preferentemente de la mano de los profetas. Para los cristianos esta relación es más cercana e inmediata gracias a la figura de Jesús de Nazaret, quien no viene a nuestra vida para abolir la ley sino para reinterpretarla en la clave del amor y llevarla así a su pleno cumplimiento.

Y es que aunque muchos creyentes expresan, desde su ignorancia teológica, su distanciamiento e incomprensión hacia el Dios que se revela en el Antiguo Testamento, lo cierto es que conocerlo y entenderlo desde la revelación de Jesucristo recogida en el Nuevo Testamento no sólo nos permite hacerlo mejor sino que además retroalimenta y perfecciona nuestro acercamiento al propio Jesús de Nazaret.

Cuando explico en clase de religión la importancia de leer de modo adecuado tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, suelo apoyarme en un ejemplo gráfico que me ofrece la historia de La guerra de las galaxias, conocida como Star Wars. Cuando la primera de las películas de la saga se estrenó a finales de los años setenta, poca gente conocía que no se trataba del comienzo de la historia sino de un capítulo intermedio que con el tiempo se quedó como el cuarto episodio. Con aquellas tres películas iniciales, mucha gente se apasionó con la historia que narraba y sus personajes. Sin embargo, cuando las nuevas películas –los tres primeros episodios- se estrenaron no sólo cautivaron en similar medida a los espectadores, sino que aportaron una clave extra de comprensión del resto de capítulos más conocidos desde hacía años. ¡Pues bien, igual ocurre con la historia sagrada narrada en la Biblia y con la revelación de Dios que en ella se nos muestra!

Curiosamente, algunas de las lecturas del primer domingo de Adviento, reflejan otra similitud con el imaginario propio de la saga cinematográfica Star Wars. Me refiero al hecho de optar entre estar en el lado luminoso o el lado oscuro de la fuerza. Por ejemplo, San Pablo en la carta a los Romanos nos exhorta a que “como la noche está avanzada y el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y nos pretrechemos con las armas de la luz” (Rom 13, 12). Antes, la primera lectura del profeta Isaías (Is 2, 1-5) nos animó a caminar como Iglesia (como Casa de Jacob) a la luz del Señor en medio de la senda de la auténtica justicia que conduce a la auténtica paz, no lograda por espadas (ni metálicas ni láser) ni por lanzas, sino por arados y podaderas que siembran y recogen lo que han trabajado.

Esta es la dinámica que marca un tiempo de preparación tan específico como es el Adviento. Quien asume con disciplina y profunda espiritualidad dicha preparación estará listo para aguardar en vela y no dejarse sorprender acerca de la hora en la que llegará el Hijo del Hombre.

Con esta dinámica espiritual estoy seguro de que se avecina para todos un Feliz Adviento, de modo que cuando llegue la Navidad, al nacer el Niño Dios en nosotros, podamos qué significa que "la Fuerza -su Fuerza- nos acompañe siempre".

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