lunes, 21 de mayo de 2012

Quedarse mirando al cielo

El Evangelio de la semana, el de la Ascensión del Señor, nos incordia con el mandato mesiánico de llevar el Evangelio a toda la creación. Curiosamente, este mandato viene contextualizado por la lectura de los Hechos de los Apóstoles 1, 11 que nos ofrece una escena muy gráfica que viene coronada por una pregunta desafiante. “¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?”.

Ambas escenas se conectan por la experiencia común del compromiso, pero no de un compromiso cualquiera sino de uno muy concreto que aunque conduce, en terminología piadosa, al cielo, está inequívocamente enraizado en la tierra.

Llevar, vivir, anunciar el Evangelio es una cuestión vital no sólo por la relevancia de lo que supone sino también porque como cualquier compromiso sincero afecta a la vida entera de modo que no se puede ofrecer lo que no se tiene o se vive.

Es posible que esta sea una de las razones por las que las lecturas de este domingo insistan en la importancia de acompañar el anuncio de la Evangelio con signos y señales que no se conforman con ser un disposición a la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, sino al mismo tiempo algo muchísimo más profundo: la relación entre el enviado y Quien envía, mediante la fuerza irrefrenable de su Espíritu vivificante.

Esta sencilla pero majestuosa experiencia de fe y de vida es una cuestión central en la vida del cristiano y aparte de anclarnos en lo fundamental de la fe, nos permite huir de angelismos y abstracciones que nos alejan de las realidades de nuestro mundo que son, en definitiva, las que hay que evangelizar. Es por eso que desde esta óptica tiene un sentido muy actual a pregunta del texto dominical: ¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?

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