martes, 4 de diciembre de 2012

Adviento y crisis (I): levantad la cabeza

Aprovechando que comienza el Adviento, quizás pueda ser una buena oportunidad para realizar cierta introspección espiritual que, dado el contexto de crisis, no caiga en lo exageradamente abstracto. Si en el primer domingo de Adviento se nos invita a levantar la cabeza, puede que lo que proceda sea preguntarnos qué es lo que nos hace estar cabizbajos o qué no nos permite mirar hacia arriba o hacia delante.

En mi opinión, uno de los factores que nos tienen descolocados es cierto intrusismo espiritual. No es sólo que hayamos permitido que nos volteen nuestras escala de valores, sino que además de modo consciente o inconsciente, empleamos muchas de nuestras fuerzas y energías en promover y potenciar tan funesta dinámica. Tal intrusismo espiritual consiste en haber incorporado valores materialistas, superficiales y capitalistas a nuestra vida hasta tal punto que el problema ya no es sólo que no nos rebelemos contra ciertas pautas, sino que incluso hemos olvidado que tendríamos que hacerlo.

Si preguntáramos en voz alta quiénes son las personas que se consideran contrarias a los principales postulados capitalistas y neoliberales, serían muchas las manos alzadas. Sin embargo, ¿sus actos y sus decisiones cotidianas corroborarían en la práctica lo que pregonan en la teoría? Soy pesimista acerca de la respuesta.

No obstante, se me ocurren dos puntos de reflexión a la hora de enfrentarse al reto de rebelarse contra nuestras esclavitudes cotidianas (y del sistema, si se quieren añadir). La primera es la exigencia cristiana de ser trigo en medio de la cizaña pues todo cambio evangélico debe asumir el contexto a transformar como contexto propio y no como algo postizo o aislado que no me afecta o no me debería afectar. Por ello, afrontar los problemas y las dificultades ha de ser un reto y un estímulo para los cristianos y no tanto una excusa para dimitir de la esperanza.

La segunda se refiere al principio básico de la Doctrina Social de la Iglesia que antepone el valor de la persona ante cualquier idea o planteamiento social, político o económico. Es por eso que restaurar y refrescar mi identidad como persona (lo que soy, lo que valoro, lo que me apasiona) puede y deber ser el principal motor de la crítica y la autocrítica ante lo que me trata de esclavizar.

Sé que no es fácil esquivar ciertas trampas de nuestro mundo cotidiano, sin embargo, desde la fe cristiana es posible mirar hacia arriba y encontrar en el Mesías una profunda convicción para confiar en que se acerca nuestra liberación: la invitación a aceptar el desafío de ser libre y combatir las perversiones del sistema desde dentro y la apuesta por ser persona y ayudar a los demás a ser personas que sean y se sientan en cada momento sujetos de su realización y su felicidad. Si esto no nos moviliza, al menos debería descongelar alguno de nuestros planteamientos atrofiados por la rutina. Si aún así, no fuera suficiente, mirar al Belén es siempre un recordatorio profético y espiritual de que, aunque quisiéramos, no podemos cejar en el empeño de contribuir a aumentar la justicia y el derecho en nuestra tierra.

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