lunes, 17 de diciembre de 2012

Adviento y crisis (III): permanecer alegres

El tercer domingo de Adviento es conocido popularmente como el domingo del “gaudete” (imperativo en latín del verbo “alegrarse”). Esta expresión tiene un sentido doble: la importancia de la alegría y que esa importancia para el cristiano es en un sentido exhortativo un imperativo.

No hay cristianismo sin alegría o mejor dicho no hay cristianismo sin auténtica alegría, es decir, la alegría que realmente llena de sentido el corazón del hombre. Es la alegría que no sólo permanece para siempre sino que también ayuda a permanecer en tensión vital ante los designios de la vida. La alegría cristiana no es un reír o sonreír porque sí, sino un estado de ánimo valiente, lúcido y optimista que sostiene su vitalismo en un fundamento real que se experimenta desde lo más cotidiano de la existencia hasta en lo más extraordinario.

Para ello puede resultar conveniente e incluso diría que necesario, aprovechar el tiempo de Adviento para revisar todo lo cotidiano y extraordinario de nuestra vida para cerciorarnos de que nuestra alegría es sincera, honesta y veraz. Mirado desde estos tiempos de crisis, lo importante de nuestra vida no puede quedar empañado por una crisis material que, aunque no es ajena a lo moral y espiritual, no puede ser, en ningún caso, más importante que lo propiamente moral y espiritual.

Desde ahí, se puede imponer mejor la auténtica alegría a los vaivenes insospechados y, a veces, indeseables de la vida.

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